Carta del Obispo de Posadas – 22º domingo del año – 28.08.2011
SOBRE EL SUFRIMIENTO:
El texto del Evangelio de este domingo (Mt. 16,21-27), nos sitúa ante el primer anuncio de la Pasión que
realiza Jesús. Él era conciente que debía ir a Jerusalén, sufrir mucho y ser condenado a muerte para
después resucitar. Es importante el texto porque nos ubica a los cristianos ante una clave para
comprender el sentido del sufrimiento, de las cruces propias de la vida humana y de la necesidad de
transformarlas en vida nueva, en compromisos y actitudes ligadas a la esperanza.
Notamos que se dan en la realidad situaciones de sufrimientos y dolor, fruto de la inseguridad,
corrupción, pobreza y otras formas de injusticia que se originan en la ruptura del hombre con Dios y con
sus hermanos, desdibujando la profunda dignidad de cada varón y de cada mujer adquirida por ser
imagen y semejanza del Creador. A esta realidad causada por los pecados de los hombres se agregan
los sufrimientos, dolores y enfermedades que siempre se dan en la realidad humana. ¿Cuál es el
sentido de estos sufrimientos y cómo debemos asumirlos y vivirlos desde las enseñanzas de
Jesucristo?
Desde ya que los males causados por las injusticias que se van estructurando socialmente, requieren
como respuesta un compromiso activo del cristiano, llamado a transformar las realidades temporales.
Por eso en el texto “Jesucristo, Señor de la Historia”, editado por los Obispos argentinos con motivo del
año jubilar, nos dice: “ Los creyentes encontramos en nuestra fe un nuevo motivo para trabajar en la
edificación de un mundo más humano. La esperanza en un futuro más allá de la historia nos
compromete mucho más con la suerte de esta historia. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa
empape la conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos!” (16). Estas afirmaciones se
distancian de muchas posturas de grupos religiosos o sectas, o bien tendencias dentro de la misma
Iglesia, que tienen un planteo pasivo y conformista del mundo. Estos planteos religiosos decimos que
son alienantes, porque generan una ruptura entre la fe y la vida, o bien entre la fe y los compromisos
ciudadanos del cristiano.
Sobre este tema del sufrimiento y el dolor, el Evangelio de este domingo nos dice: “Desde aquel día,
Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho…” (Mt.16, 21 ), y
también les enseñaba a ellos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a si mismo, que cargue
con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, y el que pierda su vida a causa
de mí, la encontrará” (Mt.16, 24-25). Estas enseñanzas nos ponen ante “el caracu” del camino que nos
propone el Señor. Lamentablemente hay muchas doctrinas que se distancian de este mensaje y es
conveniente reflexionar sobre esto para discernir sobre donde estamos parados.
Un sicólogo me señalaba con mucha sabiduría que el nuevo “tabú” de nuestra época ya no es el sexo, y
esto es evidente. El “tabú” actual es la incapacidad de asumir los sufrimientos. La misma fe a veces es
presentada por algunos grupos religiosos de una manera light. A veces para ganar seguidores, hacen
“proselitismo” y silencian las exigencias del Evangelio y realizan ofertas milagrosas o bien prometen
solucionar todos los problemas y eluden el sentido del sufrimiento cristiano y “la cruz de cada día”.
Evidentemente Dios puede obrar milagros, pero paganizamos el sentido que tienen cuando creemos
lograrlo con nuestras fórmulas un tanto mágicas. En el Evangelio de este domingo el mismo Pedro tiene
la tentación de eliminar el sufrimiento y la cruz: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá” (Mt. 16,22).
El sufrimiento y la cruz de cada día, carecen de sentido, si no están ligados a la vida nueva de la
Resurrección, al amor transformador de la Pascua, al compromiso y al ofrecimiento. “Él, sufriendo la
muerte por nosotros pecadores nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz, que el mundo echa sobre
los hombros de los que buscan la paz y la justicia” (GS. 38).
Debemos revisar cómo es nuestro seguimiento de Jesús y si en nuestra fe incorporamos el misterio
Pascual, el sentido del sufrimiento, la muerte y la Vida.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez