“El que quiera seguirme”
Mt 16, 21-27
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL CAMINO DE LA SALVACIÓN NUNCA PUEDE SER EL DE LA PERDICIÓN
Podemos releer el presente fragmento evangélico a la luz del testimonio de Jeremías y la
exhortación de Pablo y transformar la vida en un sacrificio espiritual en constante
discernimiento. Cristo, figura del profeta perseguido (cf Mt 16,14: «...otros que Jeremías»),
después del discernimiento madurado en la soledad del desierto y del reconocimiento de su
mesianismo por boca de Pedro, quiere abrir la mente de los apóstoles al sentido profundo de
su misión, según el oráculo del siervo sufriente de Isaías. El camino de la salvación nunca
puede ser el de la perdición, pues la desobediencia primera ha sido reemplazada con la
obediencia incondicional al designio divino, que ha tomado cuerpo con la encarnación.
El Verbo hecho carne, una vez que asume la naturaleza humana y se adentra en la maraña de
la historia, tiene que acoger hasta el final la trayectoria connatural de los acontecimientos
humanos. En el caminar de su vida ve reflejado el significado profundo de la existencia
humana, llamada a realizarse en la donación de sí misma. Y es en esta ofrenda, realizada en la
cotidianeidad de la vida, donde el hombre celebra el auténtico culto espiritual.
ORACION
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad, todo
mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda
vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta. (Ignacio de Loyola,
Ejercicios espirituales, 234).