Memoria Obligatoria. Martirio de San Juan Bautista (29 de agosto)
“¿Qué quieres que pida? La cabeza de Juan el Bautista”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que
han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor.
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venta el Señor, no
aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de
la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en
primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la
nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Sal 95, 1 y 3. 4-5. 11-12a. 12b-13 (R.: 13b) R.: El Señor llega a regir la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria
sus maravillas a todas las naciones. R
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues lo dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuando lo llena;
vitoreen los campos y cuando hay en ellos. R
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo habla metido en la
cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se habla casado con Herodías, mujer de su hermano
Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecia a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de
conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre
honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y
lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus
magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los
convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el
Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso
desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan.
Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la
joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
II. Oramos con la Palabra
SEÑOR, el que saltó de gozo en el vientre de su madre en testimonio de tu
presencia dentro de María, termina su vida con el martirio en testimonio de la
Verdad. Juan me enseña a ser testigo tuyo en los momentos de gozo y en
circunstancias de sufrimiento, hasta la muerte. Siempre a tu lado, siempre de tu
parte.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
“No os aflijáis como los hombres sin esperanza”
San Pablo en diversos pasajes de sus cartas nos recuerda esta verdad central de
nuestra religión: el final de nuestra vida no es la muerte, la nada, el absurdo, el
sepulcro, la incineración… nos espera la resurrección a la vida de eterna
felicidad. “Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los
que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él”.
Gracias a Jesús, nuestra esperanza se ensanchada notablemente, hasta la
eternidad. “Lo que da de sí la vida” no se acaba en esos limitados treinta o cien
años de nuestra existencia terrena. Nuestro futuro, nuestro horizonte vital
traspasa los límites terrenos. “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí
aunque muera vivirá y vivirá para siempre”. Esos deseos de felicidad total que
bullen en todo corazón humano los vamos a ver colmados para toda una
eternidad. Mientras llega ese momento los seguidores de Jesús debemos luchar
por implantar el reino de Dios, el reino del amor, en nuestro planeta azul. “El
que no cambia la tierra, no cree en el cielo”. “Si nos fatigamos y luchamos, es
porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo”.
“¿Qué quieres que pida? La cabeza de Juan el Bautista”
Nos encontramos ante el martirio de Juan el Bautista, el precursor de Jesús, el
que también le precedió en una muerte injusta. Algunas consideraciones ante
este suceso. Primera, Juan, como todo profeta de Dios, no calla la verdad
aunque las circunstancias le sean adversas. Es capaz de proclamar la verdad
ante el mismísimo Rey Herodes, recriminándole su conducta: “No te es lícito
tener la mujer de tu hermano”, lo que le acarreó el enfado de Herodías, que
aprovechó el momento oportuno para pedir la cabeza del Bautista. El verdadero
profeta antepone la verdad a su vida. Así Juan el Bautista, así Jesús de Nazaret,
así todo profeta. Segunda, nos encontramos ante un abuso de poder. La
conocida frase “el poder corrompe”, por desgracia, acierta con demasiada
frecuencia. La muerte de Juan el Bautista es un caso claro de una injusta
extralimitación del poder del Rey Herodes. En el día de su martirio, tengamos
presentes a tantas personas que a lo largo de la historia han muerto y siguen
muriendo de manera injusta por el abuso del poder del más fuerte. Nos consuela
profundamente saber que la última palabra no la tienen los más fuertes, sino
nuestro Dios. Esa es nuestra esperanza.
Fray Manuel Santos Sánchez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org