LA CORRECTA CORRECCIÓN
DOMINGO XXIII PER ANNUM
4 de Septiembre de 2.011
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a
solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso,
llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de
dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni
siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Mateo 18, 15-
17
Si tu hermano peca, repréndelo. Sé centinela y atalaya a favor de tu hermano
pecador, dale la alarma de mi parte, ponlo en guardia de su mala conducta para
que se corrija, para que no muera, para que se ponga a salvo, para que se salve.
Siéntete siempre deudor de él, y síguelo amando siempre redoblando tu deuda
amorosa para con él si te rechaza la corrección y se automargina. No ceses de
amarlo, y disponte a“perderte” a ti mismo, dolido y apenado por el fallo fraterno,
como el apóstol Pablo que por el bien de sus hermanos, los de su raza y su sangre,
quería incluso ser un proscrito, un anatema, alejado de Cristo. Purifica, para ello,
limpia con la máxima humildad y sencillez posibles tu mirada, pidiendo socorro a tu
más misericordioso corazón, el deudor permanente de amor, persuadido de que el
ojo más limpio y penetrante es el que está iluminado y guiado por la cordialidad y
cordura , raíz de los ojos que miran …
Si tu hermano peca, repréndelo a solas. Ten la lealtad de hablar primero con el
propio interesado. No acudas a chismorrerías inútiles y perjudiciales, no siembres
sospechas, no hagas insinuaciones, no celebres procesos sumarios, no condenes,
asegúrate de que entre el público curioso no esté el único con el que debieras
precisamente hablar cara a cara. Eso sí: antes de hacer entender a tu hermano que
se ha equivocado, es necesario que le demuestres y lo convenzas de que, a pesar
de todo, sigue siendo amado por ti.; y de que, más que al orden, lo estás llamando
a dejarse amar...
Si te hace caso, has salvado a tu hermano. ¡Éste es el premio, la grande e
incomparable recompensa que recibirás! ¡Es la noble satisfacción y el gozo
inconmensurable de constatar de que la fe paga, la fe en el otro, no sólo en Dios.
No es cuestión de que hayas prevalecido sobre el otro, de que lo hayas humillado.
Se trata, no de la mezquina autocomplacencia de haber tenido razón, sino, más
bien y sobre todo, de que “has ganado” al hermano en cuanto hermano.
Y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un
publicano, pero con la obligación inexcusable de que tanto tú como todos los
miembros restantes de la comunidad tenéis que impedir que se haga el vacío a esa
persona, a ese hermano irrenunciable que, por motivos desconocidos a vosotros y
quizá a él mismo, se encuentra en dificultades superiores a sus fuerzas actuales,
pero no marginado y marginado de por mi paternal misericordia de Padre que me
hace mantener siempre encendido mi sol y desatada mi lluvia sobre las tinieblas y
sequías de mis siempre débiles hijos como lo es vuestro hermano y también lo sois
vosotros. Por eso, también cuando el otro se pone fuera de la comunidad, por muy
gentil y publicano que se haga u os parezca, no por eso habéis agotado la tarea: Le
“debéis” aún más amor…
Gracias, Señor, porque con paciencia y con ternura no cesas de regirnos y
corregirnos, a nosotros tan incorregibles e incorrectos, tan acostumbrados como
estamos a acusar y condenar, a juzgar más que a corregir, a herir más que curar.
Gracias, Señor, porque nos has hecho a tu imagen, unos con otros y unos para
otros a imagen de tu amor comunitario. Gracias, porque tú haces fiesta por el
malvado que deja de serlo. Gracias porque nos haces instrumentos de tu
misericordia. ¡Y cuánto nos alegras y cuánto nos confortas, Señor, Tú que sabes
como nadie amarnos, corregirnos y hablarnos para ponernos a salvo, para
salvarnos definitivamente incorporándonos, ya correctos, en la perfecta comunión
de vuestra Trinitaria Comunidad!
Juan Sánchez Trujillo