“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la
buena noticia”
Lc 4, 16-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL QUE ACOGE EL ANUNCIO DE JESÚS EL NAZARENO Y RECONOCE EN SU PERSONA
LA VENIDA DEL REINO DE DIOS
El tema del tiempo es de nuevo protagonista de la liturgia de la Palabra: tiempo de Dios que ha
sido anunciado por los profetas del Antiguo Testamento en su calidad salvífica, que se
manifiesta especialmente en relación con los oprimidos, con los que andan lejos de su gracia.
Con la venida de Cristo se inaugura el kairós, da comienzo el cumplimiento, se abre el paso al
último acto de la historia de la salvación.
El que acoge el anuncio de Jesús el nazareno y reconoce en su persona la venida del Reino de
Dios participa desde ahora en la gracia prometida en la antigua alianza, en el jubileo de la
historia que se realiza de una vez por todas. A quien no rechaza la revelación del humilde hijo
del carpintero, la liberación le llega hoy, en el día de salvación que Cristo ha hecho surgir.
Desde la venida del Señor, los hombres viven en el único día, un día que tiene como aurora su
nacimiento en el portal de Belén y por ocaso la parusía. Éste es el hoy de la fe. Cuando más
tarde descienda del cielo el Señor y seamos llevados con él, el hoy de la fe dejará su sitio al
para siempre de la visión beatífica, en el que él será el Emmanuel, el Dios con nosotros.
ORACION
Te alabamos, Dios de toda gracia.
Como lo hacía tu pueblo liberado del país de Egipto, también nosotros recordamos tus
acciones liberadoras en nuestras vidas: nosotros, los pobres: ...cuánta pobreza en el corazón
de estos hijos del bienestar a toda costa; nosotros, los prisioneros: ...víctimas de un sistema
creado por nosotros mismos para garantizarnos todas las libertades, para permitirnos todos los
deseos inútiles; nosotros, los ciegos: . . .incapaces de reconocerte como Señor de la historia, a
pesar de todo lo que has hecho por nosotros; nosotros, los oprimidos: . . .sin fuerzas para
levantar la mirada al lugar donde está nuestra verdadera casa, donde tú nos esperas.
Padre de toda gracia, seguimos teniendo necesidad de escuchar tu anuncio de salvación, de
oírte pronunciar aquel «Hoy se ha cumplido.., para vosotros», a fin de que se vean sacudidas
en sus cimientos nuestras débiles y humanas seguridades y, por fin, liberados de todo peso,
podamos salir a tu encuentro en tu eterno hoy.