XXIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«El sacramento del perdón en la Iglesia»
I. LA PALABRA DE DIOS
Ez 33,7-9: «Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre»
Sal 94,1s.6s.8s.: "Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis vuestro
corazón»"
Rm 13,8-10: «La plenitud de la ley es el amor»
Mt 18,15-20: «Si te hace caso has salvado a tu hermano»
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
Las primeras Lecturas y los Evangelios de este Domingo y del siguiente giran en
torno al perdón del pecado en la Iglesia.
En este Domingo nos centramos en los versículos del Evangelio más destacados a
lo largo de la historia: «... todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y
todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo».
Desde los comienzos, la Iglesia ha entendido en esa expresión lapidaria el poder
que Cristo le ha concedido de perdonar el pecado. El Cristo perdonador del
Evangelio se hace presente y sensible en el sacramento de la Penitencia y del
perdón, para curar el corazón – por la penitencia– y hacerlo nuevo – por su perdón
creador– (cf Sal 50,12).
III. SITUACIÓN HUMANA
Aun cuando el hombre quiera desentenderse de Dios, el pecado pesa en su interior.
Hay que sacarlo para sentirse liberado.
La situación de quien no «siente» el pecado es semejante a la del enfermo que
ignora el cáncer que tiene dentro de sí.
El drama del hombre de hoy, compartido por no pocos cristianos, no es tanto no
necesitar el perdón cuanto el no ser conscientes de su pecado.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
La fe
– El perdón del pecado se obtiene por el "... Sacramento de la Penitencia... [que]
consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de
reparación por parte del cristiano pecador... Sacramento del perdón porque, por la
absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente «el perdón y la
paz»" (OP, fórmula de la absolución) (1423. 1424).
– La riqueza teológica de este sacramento se expresa en sus distintas
denominaciones: 1423-1424.
La respuesta
– La conversión del corazón, obra de Dios en nosotros y de nosotros con Dios: «El
corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un
corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la
gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones: conviértenos, Señor, y nos
convertiremos...» « Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo... El
corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron...»
(1432).
– Para ahondar en la conversión: 1425-1429.
– La conversión es el comienzo de la nueva creación.
El testimonio cristiano
– La «... reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por así decir, otras
reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente
perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en
el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos
y lesionados por él de algún modo; se recocilia con la Iglesia, se reconcilia con toda
la creación (RP 31)» (1469).
La meditación del Evangelio por la Iglesia a lo largo de los siglos nos recuerda el
gran sacramento de la Penitencia y del perdón en Mt 18, 18. Como todo
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