XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Donde hay personas humanas que conviven: familia, trabajo, escuela, grupos,
asociaciones, clubes, tarde o temprano surgen tensiones que frecuentemente
desembocan en rupturas, divisiones e incluso odios. Todos somos diferentes por
carácter, formación, intereses y eso trae consigo dificultades que solamente se
pueden resolver con el diálogo y la aceptación de la diversidad enriquecedora. Para
ello hay que partir de la experiencia de la propia limitación y de nuestros pecado.
Eso nos abre a la comprensión de los demás con sus cualidades y limitaciones.
Todos tenemos fragilidades y limitaciones. Pensar en ellas, reconocerlas con
sencillez y humildad nos permite relacionarnos con los demás sin creernos
superiores porque estamos conscientes de que no somos ni perfectos ni mejores
que los otros.
2. Cuando Cristo nos habla de amonestar a solas a nuestros hermanos que fallan,
se está refiriendo a un diálogo sencillo y humilde fruto del amor y de la
comprensión. En lo que más insistió Jesús fue en la fraternidad. Una fraternidad no
romántica, ni idealista, sino construida a base de diálogo, perdón, reconciliación.
Garantizó su presencia cuando entre nosotros hay una unión basada en el amor que
él nos tiene y en la apertura al diálogo con el Padre en la oración, que será
escuchada porque parte del cumplimiento del mandamiento del amor que es el
centro de las enseñanzas de Cristo. También aparece en el evangelio de hoy la
importancia de una autoridad que, como servicio, tiene el de ayudar a sus
hermanos en sus conflictos y en sus pecados para expresarles el perdón de Dios
que exige el que se perdone a los demás.
3. En la vida concreta, nos dice Jesús, nuestra corrección al hermano debe proceder
del amor hacia él. Debemos hacerlo a solas en un primer momento. Sólo si no
funciona habrá que incluir a la comunidad fraterna capaz de acoger, ayudar,
sostener. Jesús vive en la comunidad y allí podemos encontrarlo como fuente de
perdón y reconciliación fruto de compartir la misma fe y el mismo compromiso con
el mandamiento del amor. Este es el testimonio que estamos llamados a dar en
todos los estados de vida: matrimonio, familia, vida religiosa: hacer comprender
que el diálogo y la convivencia son posibles en una unidad hecha de diversidad.
Camilo Maccise