“Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo”
Lc 5, 33-39
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
NUEVO
Siempre es útil reflexionar sobre la novedad traída por Cristo y atestiguada por el Evangelio:
novedad que el fragmento de Lucas que acabamos de meditar pone de manifiesto con las
parábolas del traje nuevo y del vino nuevo. Señalemos, en primer lugar, el carácter paradójico
con el que narra Lucas la primera parábola: en efecto, no habla simplemente de un pedazo de
tela para ponerlo en un traje viejo, sino de la acción de alguien que «corta un trozo de tela de
un traje nuevo y lo pone en un vestido viejo». Está claro que Lucas quiere censurar la actitud
de aquellos que, al rechazar la novedad del evangelio, acaban por estropear lo que es nuevo
sin llevar a su consumación lo que es viejo.
«Nuevo» puede ser entendido en referencia al Antiguo Testamento: en este caso, el verdadero
discípulo de Jesús desde los comienzos de su experiencia de fe intuye que la Palabra de Jesús
llega como cumplimiento de las profecías y que su adhesión de fe a Jesús le pone en
continuidad con todos aquellos que antes de Cristo ya se abrieron a la escucha de la Palabra
de Dios y se dejaron guiar por los profetas. «Nuevo» puede ser entendido asimismo en
referencia a los maestros alternativos que, con todos los medios posibles, hacían prosélitos
también en tiempos de Jesús; en este caso, los apóstoles y los discípulos se encontraron en la
necesidad de tomar decisiones drásticas (cf. Jn 6,60-69) para no dejarse hipnotizar por falsos
maestros y por guías ciegos e hipócritas (cf. Mt 23,15-17). «Nuevo», por último, puede ser
entendido igualmente en referencia a ciertas actitudes que caracterizaban la vida de los
discípulos de Jesús antes de su encuentro con el maestro: en este caso, el discípulo de Jesús
advierte el deber de dejar para tomar, de abandonar para recibir, de perder para encontrar.
ORACION
Oh Señor, sácanos del surco de nuestros hábitos. La tarea principal de una persona que quiere
madurar es, paradójicamente, la de alcanzar la inocencia de un niño. Oh Señor, dame una
mente fresca, inocente, llena de porqués y, por eso mismo, abierto y capaz de conocimiento
infinito.
«Nadie corta un trozo de tela de un traje nuevo y lo pone en un vestido viejo.» Oh Señor,
concédeme el sentido del buen gusto, que no me mantenga encerrado en lo «viejo», sino que,
aun apreciándolo, sepa captar la novedad de tu gracia, dotada siempre de originalidad y
elegancia espiritual. Los discípulos de Juan ayunan; los tuyos comen y beben. Oh Señor,
concédeme ese sentido del equilibrio que no me liga a la fuerza a normas y prácticas ya
superadas, sino que a través de intuiciones afortunadas me conduce a tomar decisiones
espontáneas y adaptadas a todo tipo de situaciones.