XXIII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
MARTES
a.- Col. 2, 6-15: Dios nos perdona los pecados en Cristo.
b.- Lc. 6,12-19: Pasó la noche orando. Escogió a doce y los nombró
apóstoles.
El evangelista nos presenta la elección de los doce apóstoles escogidos por Jesús,
luego de bajar de la montaña donde había pasado la noche en oración (v. 12). La
idea de Lucas, es resaltar cómo en los momentos importantes, Jesús ora antes de
tomar una decisión como ésta. Este tema de la oración es propio de este
evangelista. Escoge doce enviados, es decir, apóstoles, número que coincide con
las doce tribus de Israel, y la fundación de la Iglesia cuyo fundamento visible serían
estos apóstoles, junto con Cristo Jesús, piedra angular del nuevo edificio. La escena
construida por Lucas, vemos a Jesús que baja del monte al llano con sus nuevos
apóstoles, donde son acogidos por las gentes, para oírle y ser sanados de sus
enfermedades. “Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran
multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de
Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser
curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos
quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza
que sanaba a todos.” (vv. 17-19). Este texto está en función del ministerio de Jesús
y su intención de fundar un nuevo pueblo de Dios. Pero también, se quiere destacar
el monte, la noche y la oración de Jesús espacio y tiempo de íntima comunión con
Dios; todo se convierte en bendición y ministerio de la predicación para los
hombres. Elección de los doce apóstoles, de entre la multitud de discípulos y con
ellos, desciende al llano donde lo espera la muchedumbre sedienta de la salvación
que Jesús anuncia e inaugura el Reino de Dios Se logra así vislumbrar una naciente
estructura de la Iglesia: Cristo, Cabeza, los apóstoles y discípulos y el pueblo fiel,
destinatarios del evangelio de la gracia. Este título de apóstol se aplica no sólo a los
que Cristo escogió sino que también Pablo y otros eligieron colaboradores en su
tarea evangelizadora, mientras les entregan el testimonio de Cristo con su vida y su
palabra.
Jesús sigue llamando hoy a hombres y mujeres de todo pueblo y raza a su
seguimiento. La primera llamada que hace el Señor es a la vida, luego a la fe en el
bautismo, alimentados por su Palabra y Eucaristía para vivirla y comunicarla al
prójimo. Hemos heredado una fe que nos viene de los apóstoles, y que las
próximas generaciones recibirán de nosotros. En el pueblo de Dios, nadie sobra o
se siente eximido, de esta misión de comunicar su fe al hermano, que continua en
la carrera con la antorcha de la fe encendida, hacia Dios hasta alcanzarlo (cfr. Flp.
3,12-15). La fe de esos primeros apóstoles, es la fuente de nuestra fe, testigos,
mártires que dieron su vida por Cristo y su evangelio. Creemos en su testimonio
porque es fidedigno, cimiento de todo lo que conocemos y creemos de Jesús,
muerto y resucitado que da vida a cuantos responden a su invitación y lo siguen e
imitan para compartir su misterio de cruz y resurrección gloriosa.
Santa Teresa de Jesús, invita al cristiano a ponerse delante de la Verdad que es
Cristo, y desde ahí contemplar su propia verdad. “Puede representarse delante de
Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle
siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus
trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar
oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es
excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo
esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a
este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado.” (V 12,2).