XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ez 33, 7-9; Sal 94; Rm 13, 8-10; Mt 18, 15-20
Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha,
habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos,
para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les
desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti
como el gentil y el publicano. "Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará
atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
"Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos.
Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos."
La liturgia de este domingo presenta a través de las lecturas, la necesidad y el
sentido auténtico de la corrección fraterna, la cual ha de existir y estar presente en
la comunidad de creyentes, pero siempre en un sentido de amor mutuo, de amor al
prójimo. Esto lleva a todo cristiano a sentirse y ser responsable del hermano y a
ejecutar esta corrección fraterna con humildad, remitiéndose siempre en primer
lugar al orden establecido por Cristo, mirándose primero a sí mismo y con ayuda de
la Gracia Divina corregir al hermano, así de esta manera podrá mirar sus errores y
corregirlos. Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: La correccin fraterna
es una obra de misericordia. Ninguno de nosotros se ve bien a sí mismo ni ve bien
sus faltas. Y por eso es un acto de amor útil para constituir el complemento el uno
del otro, para ayudarnos a vernos mejor, a corregirnos. Esta gran obra de
misericordia de ayudarnos los unos a los otros para que cada uno pueda realmente
encontrar la propia integridad, la propia funcionalidad como instrumento de Dios,
exige mucha humildad y amor. Sólo se conseguirá si viene de un corazón humilde
que no se pone por encima del otro, no se considera mejor del otro, sino sólo
instrumento para ayudarse recíprocamente (Benedicto XVI, Homilía, 3 de
octubre de 2005).
En la primera lectura el profeta Ezequiel presenta un llamamiento al pecador;
nosotros como seguidores de Cristo estamos llamados a ser como el profeta,
ayudar y ser una ayuda para que el hombre de hoy pueda emprender el camino de
la verdad; pues si callamos como dice el profeta Ezequiel: morirá el malvado,
pero su sangre caerá sobre nosotros. Por lo tanto si pensamos vivir de manera
coherente la vida cristiana, esto significará que nos preocupamos de ayudarnos
mutuamente a vivir la fe y vivir en plenitud la vida de Cristo, de lo contrario
estaríamos viviendo falsamente en medio de los hermanos de fe: juzgando al otro o
murmurando del otro.
El mandamiento nuevo de Cristo significa vivir la nueva civilización del amor. Por
eso cuando en el evangelio se habla de gentil y publicano, no se está denunciando
a los gentiles y publicanos que no pertenecen a la comunidad cristiana, sino a
aquellos que habiendo recibido el bautismo viven como gentiles y publicanos aún
que están dentro de la Iglesia de Cristo; esto está significando que estarían
viviendo la vida de fe de manera solamente cultual -externa o ritualista-, es decir
una vida contraria a la fe, que no tiene en cuenta los valores morales de lo que
significa la vida cristiana.
Por ello el evangelio nos hace presente como estamos llamados a corregir al
hermano que vive en el pecado. Ampliando el sentido de la palabra pecador, éste
es aquel que no vive coherentemente la vida cristiana. Esta palabra del Evangelio
no debemos entenderla como que al pecador se le excluye de la comunidad
cristiana y que por lo tanto el perdón de Dios se da según como el hombre
responda. Podemos decir que la caridad entre los hermanos en la fe pasa muchas
veces por la corrección mutua. Un ejemplo palpable de este ejercicio de caridad en
la corrección fraterna la podemos tener en la vida matrimonial; pues si los esposos
viven su vida en una mutua ayuda que implicaría una mutua corrección en el amor
sincero, eso llevará a ambos a una vida de comunión. Pero si no hubiera la libertad
necesaria para corregirse y ayudarse en la verdad, aquello traería a mediano plazo,
quizás, el termino de la vida conyugal, como lamentablemente vemos que con
mucha frecuencia suceden en nuestros días.
En la segunda lectura San Pablo manifiesta el sentido del amor cristiano. Presenta
al Amor como el mandamiento que es la fuente de los demás mandamientos, por
ello se nos hace presente que quien ama cumple la voluntad de Dios y quien solo
vive en la ley está tomando para su vida una visión estrecha y limitada del
cristianismo, y una vida alejada de la Gracia. Siguiendo con el texto de San Pablo
cuando dice: vuestra deuda sea el amor entre ustedes, nos está diciendo, que
no solamente hemos sido rescatados por el amor de Dios que se ha encarnado, se
ha dejado conocer, y se nos ha revelado. En este caso el mismo Cristo dijo a sus
discípulos amaos como yo os he amado, o sea la deuda de amor que tenemos
hacia los hermanos, es amarnos en el mismo espíritu como Cristo nos ha amado,
esto es hasta dar la vida por nosotros; y cuándo Cristo ha dado su vida por
nosotros: cuando hemos sido sus enemigos, cuando hemos vivido contrarios a los
caminos de Dios como el hijo pródigo antes de retornar a la casa del padre.
Concluyendo debemos decir por tanto que el servicio al hermano, al prójimo, no es
un deber, ni un compromiso, ni una misión, en el amar y el servir al hermano, en el
quehacer mismo de la vida cristiana, se nos hace presente la pregunta del fariseo a
Jesús: que tengo que hacer para tener vida eterna, respuesta del Maestro:
amar al Seor tu Dios con todo tu corazn, y al prjimo como a ti mismo.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar