XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
UNA EXISTENCIA CON LOS SENTIMIENTOS DE DIOS
La Palabra: Un señor tuvo lástima de un empleado que le debía una gran cantidad
de dinero, “y le dejó marchar perdonándole la deuda”. Pero este empleado encontró
a uno más pobre que le debía una cantidad pequeña, no admitió los ruegos de
aquel pobre, sino que “le metió en la cárcel hasta que le pagara” (Mt 18, 21-35).
1. En esta parábola Jesús se refiere al corazón del Padre, cuyos latidos gusta en su
intimidad. Es amor, no sabe más que amar y siempre nos está perdonando.
Admiramos la conducta del señor que, según la parábola, perdona una deuda
cuantiosa sin pedir nada a cambio. Sólo movido a compasión.
2. Nos quedamos en la admiración e incluso pensamos que es una conducta ideal.
Pero en la práctica todos sabemos lo difícil que es perdonar, sobre todo si se trata
de perdonar una deuda de dinero. En nuestra cultura se valora más el tener riqueza
económica que a la persona misma. Incluso, a veces, estamos dispuestos a que nos
insulten y utilicen con tal de ganar dinero. Pero eso de actuar con amor a favor del
otro, gratuitamente, aunque no piense ni actúe como nosotros, ya es harina de otro
costal.
3. Sin embargo, con esta parábola Jesús va más allá. En ella responde a Pedro que
pregunta “cuántas veces tengo que perdonar?” Y la expresión “setenta veces
siempre” en lenguaje bíblico quiere decir indefinidamente. El evangelio no es un
código de normas sino una buena noticia: por la presencia de Dios que, siempre
amando y perdonando, a todos nos habita, nosotros podemos humanizar nuestra
vida perdonando y amando siempre. Un evangelio que cuadra bien y potencia ese
humanismo que caracterizó a quienes inventaron Cuba y pervive aún en el corazón
anhelante de los cubanos.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net