XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
NO HAY CRISTIANISMO SIN MÍSTICA
La Palabra: “El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido; el que lo halla
con gran alegría vende todo lo que tiene para hacerse con el campo donde está el
tesoro” (evangelio: Mt 3, 44-52).
1. En esta parábola Jesús de Nazaret expresa lo que él vivió. Apasionado por llevar
a cabo el proyecto de Dios –que todos tengan vida– desgranó su existencia y
aceptó la cruz con dolor pero con el gozo profundo de que la causa merecía la pena.
A ese apasionamiento llamo mística. Una sociedad donde todos podamos gozar de
la dignidad que nos corresponde como personas –eso que Jesús quiso decir con el
símbolo reino de Dios– puede atraer irresistiblemente. Sólo funciona en el
dinamismo del amor que todos conocemos por experiencia.
2. Según la parábola que hoy leemos, reino de Dios o nueva sociedad es un tesoro
tan valioso que tiene dos efectos. Primero, causa gran alegría; por fin descubrimos
el objetivo que puede dar sentido a toda nuestra existencia. Segundo, el empeño
por construir ese futuro hace que “con gran alegría” nos dispongamos a todo
sacrificio, poniendo en juego todo lo que somos y tenemos. La novedad del
cristianismo no puede ser una práctica religiosa ni obligaciones que impone la
religión. Tampoco las promesas de felicidad para después de la muerte. El tesoro
que puede cambiar nuestra forma de vivir es la nueva humanidad que todos, en el
fondo de nuestro corazón, anhelamos.
3. Es significativa la última imagen de la parábola: “el reino de los cielos se parece
también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces”. Según el
evangelio el verdadero Dios a todos ama, impulsa y respeta la libertad de todos y
deja el eco de su voz en la intimidad de cada uno esperando libre respuesta. Si bien
la Iglesia es signo e instrumento del reino de Dios, este crece ya en todos los
rincones de la tierra, siempre que un hombre o una mujer escuchen la voz de su
conciencia y actúen con sincero corazón. Esta fe cristiana nos permite mirar a todos
los seres humanos, y también la evolución de nuestro mundo, con los ojos del
corazón y con esperanza. Buen punto de partida para construir una sociedad
fraterna en clima de sano pluralismo.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net