EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1,15-17.
Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los
pecadores, y yo soy el peor de ellos.
Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su
paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la
Vida eterna.
¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por
los siglos de los siglos! Amén.
Salmo 113(112),1-2.3-4.5a.6-7.
¡Aleluya! Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
El levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria,
Evangelio según San Lucas 6,43-49.
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos:
cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se
cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El
malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las
practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y
puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron
con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien
construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un
hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se
precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa
casa fue grande".
Leer el comentario del Evangelio por
San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Génova y doctor de la
Iglesia
Introducción a la vida devota, I, cp. 3
«El árbol se reconoce por sus frutos»
En la creación, manda Dios a las plantas que lleven sus frutos, cada una según su
especie (Gn 1,11); de la misma manera que a los cristianos, plantas vivas de la
Iglesia, les manda que produzcan frutos de devoción, cada uno según su condición
y estado. De diferente manera han de practicar la devoción el noble y el artesano,
el criado y el príncipe, la viuda, la soltera y la casada; y no solamente esto, sino
que es menester acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los
quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular... ¿sería cosa puesta
en razón que el obispo quisiera vivir en la soledad, como los cartujos? Y si los
casados nada quisieran allegar, como los capuchinos, y el artesano estuviese todo
el día en la iglesia, como los religiosos, y el religioso tratase continuamente con
toda clase de personas por el bien del prójimo, como lo hace el obispo, ¿no sería
esta devoción ridícula, desordenada e insufrible? Sin embargo, este desorden es
demasiado frecuente,
No,..., la devoción nada echa a perder, cuando es verdadera; al contrario, todo lo
perfecciona, y, cuando es contraria a la vocación de alguno, es, sin la menor duda,
falsa. La abeja, dice Aristóteles, saca su miel de las flores sin dañarlas y las deja
frescas y enteras, según las encontró; mas la verdadera devoción todavía hace
más, porque no sólo no causa perjuicio a vocación ni negocio alguno, sino, antes
bien, los adorna y embellece. Las piedras preciosas, introducidas en la miel, se
vuelven más relucientes, cada una según su propio color; así también cada uno de
nosotros se hace más agradable a Dios en su vocación, cuando la acomoda a la
devoción: el gobierno de la familia se hace más amoroso; el amor del marido y de
la mujer, más sincero; el servicio del príncipe, más fiel; y todas las ocupaciones,
más suaves y amables.
Es un error, y aun una herejía, querer desterrar la vida devota de las compañías de
los soldados, del taller de los obreros, de la corte de los príncipes y del hogar de los
casados. Es cierto... que la devoción puramente contemplativa, monástica y propia
de los religiosos, no puede ser ejercitada en aquellas vocaciones; pero también lo
es que, además de estas tres clases de devoción, existen muchas otras, muy a
propósito para perfeccionar a los que viven en el siglo.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”