“Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo”
Mt 18, 15-20
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA CORRECCION FRATERNA
La Palabra de Dios propuesta por la liturgia orienta nuestros pasos y guía nuestra mente y
nuestro corazón hasta el mandamiento evangélico de la corrección fraterna: el profeta Ezequiel
proclama la responsabilidad personal, el apóstol Pablo recuerda que en el amor mutuo hunde
sus raíces y, por último, el evangelista Mateo enseña a practicarla con el estilo de Jesús.
Frente a este tema experimentamos una sensación de malestar, una cierta resistencia. Y a
menudo -así hay que reconocerlo- eludimos la corrección fraterna. Por tanto, es necesario
redescubrir el sentido teológico profundo de la corrección fraterna. Contemplemos con mirada
atenta el misterio de la cruz de Jesucristo; mediante la cruz nos llega la salvación; la cruz es el
signo del gran amor que Dios nos tiene; salvándonos, nos hace portadores de su salvación. La
auténtica correccin fraterna nace justo “en ese punto de encuentro donde la salvación
obtenida se convierte en salvación entregada, donde un pecador perdonado se convierte en
instrumento de perdón redentor, de mediación salvadora, y sale al encuentro del hermano,
pecador como él, para que acoja el don de Dios, igual que él” (A. Cencini).
Si la cruz de Jesús es el centro de la experiencia religiosa personal, también será el centro de
la fraternidad que se reúne en su nombre: por la cruz pasará nuestra interrelación. Sólo la cruz
de Jesús tiene el poder de juzgar y reconciliar, y si vivo en la escucha humilde y sincera de la
Palabra de la cruz, si me dejo «radiografiar» en mi verdad y forjar en la verdad de Dios-Amor,
entonces, y sólo entonces, podré ser un instrumento de corrección y reconciliación, libre de
cualquier tipo de juicio. Este camino de corrección fraterna evita tanto los excesos de la
impotencia como de la prepotencia, excesos -uno y otro- que revelan un escaso sentido de la
comunicación y de la disponibilidad para corregir y dejarse corregir fraternalmente.
Todavía resuenan hoy las proféticas palabras de Pablo VI en su exhortación Paterna cum
benevolentia: «La corrección fraterna es un acto de caridad mandado por el Señor [...]. Su
práctica obliga a quien la realiza a sacar primero la viga de su ojo (cf Mt 7,5), para que no se
pervierta el orden de la corrección. La práctica de la misma se dirige desde el principio como un
movimiento a la santidad, que sólo puede obtener en la reconciliación su plenitud; consistente
no en una pacificación oportunista que disfrazase la peor de las enemistades, sino en la
conversión interior y en el amor unificador en Cristo que se deriva» (cap. VI). En esta línea
comprendemos la grandeza de la corrección fraterna: un instrumento indispensable que ayuda
a crecer a la comunidad y a cimentarla en el amor de Cristo.
ORACION
Ayúdame, Señor, a permanecer enmudecido a los pies de tu cruz para escuchar tu Palabra y
dejarme alcanzar y modelar por ella. Sólo la Palabra de tu cruz revela la verdad de mi vida y
desvela el disfraz de mi mentira. Tu Palabra me juzga, Señor, me juzga severamente; ante ella
no puedo, ni quiero, esconderme. Descubro con la delicia y la alegría del niño que, mientras tu
Palabra “hiere, cura” („cf Job 5,18), de ella nace una vida nueva.
Descubro que “el Seor reprende a quien ama, como un padre a su hijo predilecto” (cf Prov
3,12). Descubro que “él reprende, corrige, ensea y conduce como un pastor su rebao” (cf Sir
18,13). Y aún descubro que la Palabra de la cruz me atrae y su potencia divina acoge mi
debilidad palmaria y transforma el mal en bien. Señor, ayúdame a ser según tu Palabra.