EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 3,13-17.
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está
en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también
es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree
en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.
Leer el comentario del Evangelio por
Homilía Griega del siglo IV Sobre la Pascua; PG 59, 743
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo»
El árbol de la Cruz, es para mí el de la salvación eterna. Me alimenta y lo hago mi
obsequio. En sus raíces me arraigo, y por sus ramas me extiendo; su rocío me
purifica y su espíritu, como un viento deleitoso, me hace fecundo. A su sombra, he
preparado mi tienda, y huyendo de los grandes calores, me parece un refugio de
frescura. De sus flores que florezco, y de sus frutos hago mis grandes delicias;
estos frutos que me estaban reservados desde el origen, me producen un gozo sin
límite... Cuando me estremezco ante Dios, este árbol me protege; cuando tiemblo,
es mi apoyo; es el precio de mis combates y el trofeo de mis victorias. Es para mí
el camino estrecho, el sendero tortuoso, la escala de Jacob recorrida por los
ángeles, en la cumbre de la cual se apoya realmente el Señor (Mt 7,14; Gn 28,12).
Este árbol, de dimensiones celestes, ascendió de la tierra hasta los cielos,
planta inmortal fijada entre el cielo y la tierra. Apoyo de todas las cosas, el apoyo
del universo, soporte del mundo habitado, que abarca el cosmos y reúne los
elementos variados de la naturaleza humana. Él mismo, soporte invisible del
Espíritu, para que ajustado a lo divino no sea nunca más separado. Por su cima,
toca el cielo, reforzando la tierra por sus pies y rodeado de todos lados por sus
brazos enormes, los espacios innumerables de la atmósfera, es todo en todo y por
doquier...
El universo fácilmente se perturba, y estremece de terror ante la Pasión, si el
gran Jesús no le hubiera infundido el Espíritu divino diciendo: "Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46)... Todo estaba acabado, pero cuando el espíritu
divino se remontó, el universo fue en cierto modo reavivado, vivificado, y ha
encontrado una estabilidad firme. Le sirvió a Dios de base para todo y en todas
partes, y la Crucifixión se extendió a través todas las cosas.
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