LA GRANDEZA DEL PERDÓN
(DOMINGO XXIV T.O. Ciclo A)
11 septiembre 2005
"En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: Si me hermano me
ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le
contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete..." (Mt 18,21-
35)
¡Qué difícil nos resulta perdonar!, ¿verdad? Nos resistimos tanto, que buscamos
justificaciones para no tener que dar ese paso: que si no tengo por qué rebajarme,
que si llevo la razón, que si es verdad lo que digo, que si no tengo obligación de
hacer el tonto, que si no tengo por qué dar más oportunidades...
Te pregunto: ¿Conoces a alguien perfecto? ¿Lo eres tú? Entonces, ¿no te parece lo
más normal contar con las limitaciones de todos? La equivocación es parte de
nuestra vida, y la limitación... y hasta la maldad. Decir que los demás se equivocan
es una perogrullada, que sólo sirve para justificar (pero muy débilmente) que no
estamos dispuestos a tener en cuenta esa limitación.
Te sigo preguntando: ¿Te han perdonado a ti alguna vez? ¿Y consideras esa acción
como algo raro? ¿Y no te anima esto -y hasta te obliga- a comportarte con los
demás de esa misma manera? ¿O te parece que lo de los otros sí es grave y tus
fallos no tienen importancia?
Insisto: ¿Qué son para ti los demás? ¿No son tus hermanos? ¿Y no está el amor, la
ayuda, la colaboración... por encima de todo en las relaciones fraternas?
Para terminar: El gran perdonador es Dios. Lo que significa que el perdón es una
actitud enormemente bella y grande. No sólo no rebaja al que perdona, sino que
revela su magnanimidad, su grandeza de ánimo. Es mucho más maduro, mucho
más noble, mucho más grande, mucho más parecido a Dios el que sabe perdonar
de corazón a los demás. Y es consciente de que perdonar no es sólo pasar por alto
y no tener en cuenta comportamientos poco buenos de los demás. El perdón,
además, ayuda a que el perdonado cambie y mejore de vida.
Tú también necesitas perdón. Tú has sido perdonado por muchos, y, sobre todo,
por Dios. Tú debes actuar con la grandeza, generosidad y comprensión del que
sabe perdonar.
Anímate y aleja de ti un corazón pequeño y ruin, que sólo quiere vengarse del otro
y hacerle pagar sus equivocaciones.
Miguel Esparza Fernández