Lunes 05 de Septiembre de 2011
Lunes 23ª semana de tiempo ordinario 2011
Colosenses 1,24-2,3
Hermanos: Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los
dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha
nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje
completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y
que ahora ha revelado a sus santos. A éstos Dios ha querido dar a conocer la gloria
y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para
vosotros la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a
todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez
en su vida en Cristo: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente con la
fuerza poderosa que él me da. Quiero que tengáis noticia del empeñado combate
que sostengo por vosotros y los de Laodicea, y por todos los que no me conocen
personalmente. Busco que tengan ánimos y estén compactos en el amor mutuo,
para conseguir la plena convicción que da el comprender, y que capten el misterio
de Dios. Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del
saber y del conocer.
Salmo responsorial: 61
R/De Dios viene mi salvación y mi gloria.
Descansa sólo en Dios, alma mía, / porque él es mi esperanza; / sólo él es mi
roca y mi salvación, / mi alcázar: no vacilaré. R.
Pueblo suyo, confiad en él, / desahogad ante él vuestro corazón, / que Dios
es nuestro refugio. R.
Lucas 6,6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que
tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho
para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que
pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio." Él
se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué
está permitido en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y,
echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Él lo
hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había
que hacer con Jesús.
COMENTARIOS
Este episodio se enmarca en un día de precepto («otro sábado»). El
escenario es una sinagoga, lugar de enseñanza. Jesús aprovecha la ocasión para
instruir a la gente que allí se congrega. El contenido de su enseñanza se evidencia
en un hecho liberador.
Los adversarios de siempre -los omnipresentes letrados y fariseos- le han
tendido una trampa: «Había allí un hombre que tenía el brazo derecho atrofiado»
(6,6) . Es una representación viviente del público asistente al servicio sinagogal: el
hombre privado de actividad y de iniciativa («brazo atrofiado») por la doctrina
legalista que en ella se enseña; es figura de la situación de Israel sometido a la
institución.
Están al acecho para ver si cura en sábado y así tener motivos de qué
acusarlo (6,7). Jesús no se inmuta; pide luz y taquígrafos: «Pero Él, conociendo sus
intenciones, dijo al hombre del brazo atrofiado (la repetición subraya el papel
relevante de este hombre-tipo): "Levántate (pues estaba postrado) y ponte en
medio" »(6,8) . Jesús no es partidario de las medias tintas. Está en juego la
integridad del hombre. La pregunta que les dirige es directa y penetrante: «¿Qué
está permitido en día de precepto hacer el bien o hacer daño, salvar una vida o
destruirla?» (6,9). Un hombre mutilado por la Ley es como una vida que se va
apagando.
La mirada que Jesús lanza a su alrededor denuncia su mala fe. Con tal de
salvar una vida, Jesús arriesga la suya. «Extiende el brazo» , dice al hombre, como
quien dice: «¡Recupera tu capacidad de actuar como persona libre!», aunque el
precepto sabático lo prohibía. Él lo hizo, y su brazo recuperó las funciones
normales. El homo habilis vuelve a ser el que era. La evolución sigue su curso. Es
imparable. Pero sus adversarios niegan la evidencia: «Ellos se pusieron furiosos y
discutían unos con otros qué podrían hacer con Jesús» (6,11) . Toda una declaración
de guerra. Ya no necesitan más pruebas. Han visto con sus propios ojos que la
teología liberadora de Jesús hace estragos en sus dominios ancestrales. Con los
hombres libres y con capacidad de iniciativa se ven absolutamente impotentes. Se
impone hacer desaparecer a Jesús.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de Fundación ÉPSILON)