“¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?"
Lc 6, 6-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA LEY, TODA LEY COMO DON DE DIOS
Todo creyente -más aún, toda persona- advierte la necesidad de ver con claridad en
el gran tema de la libertad humana. Hay interrogantes que no podemos eludir: ¿qué
valor tienen las leyes? ¿Hasta qué punto nos urge la misma Ley de Dios? Y, a
continuación: ¿son propiamente iguales todas las leyes? ¿Existe un cierto espacio
para una interpretación liberadora? ¿Cómo compaginar en la vida diaria la autoridad
con la libertad, la norma escrita con la autodeterminación? Las páginas evangélicas
dedicadas al sábado nos ofrecen algunos haces de luz.
La Ley -toda ley- debe ser considerada como don de Dios a su pueblo, tanto al
antiguo como al nuevo, incluso a todo hombre y mujer que quiera prestar un oído
activo a la Palabra portadora de la verdad. Si conseguimos considerar la Ley , toda
ley de Dios, como don, entonces se abre ante nosotros un camino que hemos de
recorrer con la libertad más genuina y auténtica. La Ley , toda ley, se nos ofrece
como luz para nuestros pasos, como lámpara que ilumina nuestro camino. En
consecuencia, es preciso confesar nuestra necesidad de disponer de una luz capaz
de iluminar incluso los pliegues más íntimos de nuestro corazón, capaz de hacer luz
en los ángulos más oscuros de nuestra vida, capaz de orientar nuestras decisiones
en el acontecer de la historia.
La Ley , toda ley, se nos ofrece como pedagogo, es decir, como institución capaz de
educarnos en el ejercicio de la libertad: la psicológica, con la que afirmamos nuestra
dignidad frente a toda posible reducción a instrumento, y la evangélica, con la que
reconocemos el primado de Dios y la prioridad de Cristo en cada una de nuestras
decisiones.
ORACION
Señor Jesús, ¡qué alivio me supone verte obrar con valor siguiendo la nueva ley del
amor, a pesar de estar seguro de que tus adversarios habrían de reaccionar de
manera negativa! ¡Qué alegría ver tu seguridad, sostenida sólo por tu amor
liberador, en contraste con la mezquindad de los fariseos, dirigida sólo a mostrar su
impecable observancia! ¡Qué luz supone percibir una nueva Ley respetuosa de la
libertad, una autoridad atenta únicamente a la promoción de la libertad de los otros!
¡Qué consuelo oír a Pablo agitar a la comunidad de Corinto para que sustituya la
levadura vieja por ázimos nuevos de sinceridad y de verdad!
Oh Señor, libéranos de la ceguera de los fariseos, que por amor a la Ley llegaron a
matarte y, para defender sus tradiciones, no tenían escrúpulos a la hora de pisotear
al prójimo.