III II Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
Asumir y procesar contradicciones de la vida
La Palabra: “Este es mi Hijo, el amado, escuchadle” (evangelio).
1. Cuando se escribe este evangelio, ya la primera comunidad cristiana está
sufriendo la incomprensión y la persecución. Los primeros discípulos –Pedro,
Santiago y Juan representan a toda la comunidad– corren el peligro de buscar
refugio seguro al margen de este mundo conflictivo: “hagamos tres tiendas” para
vivir cómodamente sin exponernos a que nos crucifiquen. El grupismo y el
espiritualismo evasivo han sido siempre y siguen siendo un refugio y una excusa
para no enfrentarnos con los problemas de la vida. Sin embargo, la buena salud de
la Iglesia exige tener conciencia de que es parte del mundo y debe servir a la plena
realización del mismo. Su misión no es curvarse sobre sí misma sino abrirse
cotinuamente a la humanidad entera y a la creación. Ello implica que, siguiendo a
Jesucristo, la comunidad cristiana sufra los conflictos del mundo.
2. La vida de Jesús y su fracaso en la cruz significa para unos locura y para otros
escándalo: ¿cómo es posible que siendo el Hijo haya fracasado y sufrido?; ¿y cómo
es posible que los seguidores de Jesucristo, que ha triunfado ya sobre el dolor y
sobre la muerte, deban sufrir también la oscuridad y el fracaso? Es ahí donde llega
la confesión de fe cristiana: Jesucristo, siendo el Hijo, aprendió a obedecer en el
sufrimiento. Según el evangelio de hoy, aprueban esa conducta la Ley
(representada por Moisés) y los profetas (representados por Elías). Y se da un paso
más. La nube es el signo de la presencia de Dios. La nube cubría la tienda donde
Moisés hablaba con Yavé, y como una nube también el Espíritu con su poder trabaja
la intimidad de María para que reciba la Palabra. En la transfiguración la nube lo
envuelve todo, Dios mismo se hace presente: “este es mi Hijo, el amado, el
predilecto”.
3. Y añade: “Escuchadle”. La existencia humana es un proceso de crecimiento
donde cada uno experimenta muchas limitaciones. Además de la enfermedad física
que con frecuencia ensombrece nuestra vida, entramos en conflicto con nosotros
mismos que –interiormente– nos sentimos divididos pues hacemos lo que no
queremos hacer y no hacemos lo que pensamos que es lo mejor. El conflicto surge
también a la hora de relacionarnos con los demás. Y tenemos que acostumbrarnos
a procesar los conflictos. ¿Cómo? Escuchando. Es decir, dejándonos alcanzar y
transformar por el espíritu de Jesús, que pudiendo ser el hombre más deslumbrante
del mundo, aceptó los conflictos de la vida y los procesó, no imponiéndose por la
fuerza sino en la condición de servidor. Pudiendo volverse contra sus enemigos y
destruirlos, se dejó llevar por el amor hasta entregar la propia vida. Así abrió un
camino con sentido para todos. No abren porvenir los conflictos y el sufrimiento sin
más. Abre futuro la entrega por amor que incluye conflictividad y sufrimiento.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net