Fiesta. Bautismo del Señor (domingo despues de Epifanía)
“AL PRINCIPIO ERA EL AMOR”
La Palabra: “Apenas se bautizó Jesús, se abrió el cielo y se vio que el
Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una
voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
1. Para vivir los seres humanos necesitamos amar y ser amados. Cuando nos
aman, celebramos que nuestra vida sea valorada y, cuando nadie nos quiere,
corremos peligro de creer que nuestra vida ya no merece la pena. La necesidad de
ser amados y la tentación de caer en el desánimo cuando no experimentamos el
amor, también son prueba para los mismos cristianos que un día recibimos el
bautismo.
2. Jesús de Nazaret, hombre verdadero, profeta indefenso, pronto experimentó el
rechazo de las autoridades religiosas judías que no aceptaban la buena noticia de
Dios: Amor incondicional a favor de todos. En cierta ocasión, consciente de que su
empeño por anunciar el evangelio podía desencadenar el proceso que le llevó a la
muerte, manifestó su interioridad: “te doy gracias, Padre, porque has ocultado
estas cosas a sabios y prudentes, y en cambio se las revelas a los sencillos”. Jesús
está viendo que la oposición y el rechazo de estos “sabios y prudentes” pueden
llevarle a la cruz. Sin embargo, en medio del temor y del dolor, experimenta un
gozo intenso: en cualquier hipótesis, ocurra lo que ocurra, Dios es “Abba”, ternura
infinita. Alguien en quien siempre se puede confiar. Esta intimidad con el Padre,
generó en él esa confianza para vivir y morir con amor y por amor.
3. En el relato del bautismo el evangelista resume bien el espacio interior de Jesús
mientras vivió en Nazaret, recorría las aldeas de Galilea proclamando el evangelio,
y soportaba los oprobios en la cruz. Jesús es el lugar del Espíritu, como la casa de
una paloma es su nido. En esa presencia del Espíritu, Jesús experimenta su
condición de Hijo. Según los evangelios, cuando todavía es un niño, cuando predica
y hace signos, y cuando tiene que morir en silencio, gusta siempre la cercanía
benevolente del Padre. Amor gratuito y materno de Dios que de algún modo arropa
siempre a todos los seres humanos, iluminados también por el Espíritu. Un proyecto
de salvación que se concreta en el bautismo de los cristianos; también ahí el
Espíritu desciende, y se manifiesta nuestra condición de hijos amados.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net