IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
“UN PROGRAMA DE VIDA CRISTIANA”
La Palabra de Dios: “Dichosos los que viven con espíritu de pobres”
(Evangelio: Mt 5,1-12).
1. Según la revelación bíblica, Dios es defensor de los pobres y excluidos porque
quiere la dignidad y la vida en plenitud para todos. Compadecido
de los sufrimientos de un pueblo pobre y maltratado en el imperio de Egipto, Dios
interviene para liberarlo. Es la constante que vemos a lo largo de la historia bíblica
y que Jesús hace manifiesta en su conducta que desconcertó a las autoridades
religiosas judías de aquel tiempo. La parábola del buen samaritano sugiere que la
vida del ser humano expoliado debe ser objetivo de atención más importante que
todos los cumplimientos de la religión.
2. Enseguida una interrogante lógica: si Dios quiere la vida y la felicidad en plenitud
para todos, ¿por qué no interviene con su poder para acabar con todos nuestros
males? Nos imaginamos a Dios como un señor que está allá arriba, sentado en su
trono, contemplando desde fuera cómo marcha este mundo; desde lejos guarda su
poder, mientras observa cómo nos portamos para darnos al final premios o
castigos. Pero esa imagen de la divinidad no responde a la revelación de Dios
manifestada en la conducta histórica de Jesucristo, quien pasó por el mundo
curando enfermos, rehabilitando a los pobres y combatiendo a los diablos que tiran
a las personas por los suelos.
3. El Dios revelado en Jesucristo es Alguien que se ha encarnado y desde dentro
nos habla y nos impulsa para que, con su ayuda, los seres humanos construyamos
un mundo en que todos podamos vivir y ser felices. En el evangelio de hoy tenemos
el programa. Si hombres y mujeres se disponen a vivir con espíritu de pobres, a
compartir con los demás cuánto son y tienen, los que no poseen recursos –en
lenguaje bíblico “tierra”– tendrán recursos, los que lloran serán consolados, y los
que tienen sed de justicia, quedarán saciados. Así se constituye la Iglesia:
comunidad de personas misericordiosas que se hacen cargo y se comprometen para
que los otros salgan de la miseria; personas “de corazón limpio”, coherentes entre
lo que creen y lo que hacen; empeñadas en construir la paz; y dispuestas a sufrir
las incomprensiones y la persecución por mantenerse fieles a este programa.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net