II Domingo de Cuaresma, Ciclo A
“LAS CONTRADICCIONES DE LA VIDA”
La Palabra: “Este es mi Hijo, el amado, escuchadle” (Evangelio: Mt 17,1-9).
1. La existencia humana como camino hacia la plena humanización, está tejida de
momentos gozosos y de crisis duras ante las dificultades y sufrimientos que con
frecuencia encontramos. La tendencia normal es evitar cualquier tema o situación
que nos sean desagradables; pero nunca logramos totalmente ese sueño de
paraíso. Por otra parte, cundo en nuestra convivencia surgen los conflictos,
tratamos de reducirlos a nuestros puntos de vista y, si no podemos hacer que se
nos someta, intentamos eliminarlos a veces muy solapadamente.
2. Cuando se escribe este evangelio, ya la primera comunidad cristiana está
sufriendo la incomprensión y la persecución. Los primeros discípulos –Pedro,
Santiago y Juan representan a toda la comunidad– corren el peligro de buscar
refugios seguros al margen de este mundo conflictivo: “hagamos tres tiendas” para
vivir cómodamente sin exponernos a que nos crucifiquen. El sectarismo y el
espiritualismo evasivo han sido siempre y siguen siendo amenaza para la Iglesia,
cuya salud exige tener conciencia de que es parte del mundo y debe servir a la
plena realización del mismo.
3. En el evangelio de este domingo la comunidad cristiana confiesa que Jesús de
Nazaret es el Hijo de Dios; está envuelto por la nube, símbolo de la presencia
divina. En el relato sobre la ascensión de Jesucristo resucitado, se dice que una
nube lo envolvió y fue elevado al cielo. Ante sus discípulos Jesús brilla con la gloria
de Dios: “este es mi Hijo amado”. Pero a los mismos discípulos les cuesta mucho
aceptar que el Hijo tenga que recorrer el camino de los demás mortales, sufrir los
conflictos y la humillación. Lo peculiar de aquel hombre se manifestó en que vivió a
fondo las dificultades y conflictos de la vida, no egoístamente sino siendo, viviendo,
actuando y sufriendo con y por amor a favor de todos. Y así nos manifestó quién es
y cómo actúa Dios: amor incondicional a favor nuestro. Es la vocación que nos
sugiere el mismo Jesús: “sed misericordiosos como el Padre celestial es
misericordioso”.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net