“José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa”
Mt 1, 18-24
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN NOS DESVELA UN DIOS QUE SE HACE UNO DE
NOSOTROS POR AMOR
Acoger en nuestra existencia el mensaje bíblico del nacimiento de Jesús significa dejar que
nuestra vida se convierta, en el sentido más verdadero y amplio de la palabra, en una vida
referida a Dios, una vida de relación nupcial con él. Dios ha establecido un vínculo esponsal
con la humanidad, un matrimonio de verdadero amor. «La alegría que encuentra el marido con
su esposa, la encontrará tu Dios contigo» (Is 62,5). La revelación fundamental de la Biblia es la
presencia dominante y arrolladora de Dios, es la invitación a encontrarlo para una vida de
comunión con él. Y sólo se le encuentra en el silencio.
Encontrarlo quiere decir encontrar la soledad, porque «la auténtica soledad es espíritu y todas
nuestras soledades humanas son solamente un modo de encaminamos hacia la fe, que es la
perfección de la soledad. La verdadera soledad no es la ausencia de los hombres, es la
presencia de Dios» (M. Delbrel). Dios, de hecho, ha venido a nosotros revestido de niño, con
un vagido que fácilmente puede ser sofocado por nuestro excesivo y estéril activismo. Hoy, la
escucha silenciosa de este Dios hecho hombre parece ser negada a nuestra sociedad de
consumo y de derroche. El frenesí de los regalos, para que nada falte sobre la mesa dispuesta
con luces y con rojo estrellado, nos ha hecho olvidar la única Palabra de vida que nos permite
crecer en un camino de fe y de sentirnos felices.
El misterio de la encarnación nos desvela un Dios que se hace uno de nosotros por amor; pero
que para cumplir sus designios se sirve también de la colaboración de los hombres. ¿Cuál es
nuestra parte en esta fiesta para que él nazca de verdad en el corazón de nuestros hermanos?
ORACION
Jesús, tú te has hecho nuestro hermano y amigo y no has vacilado en hacerte hombre como
nosotros para restablecer la amistad entre Dios y la humanidad. Nosotros queremos, ante todo,
agradecer al Padre tuyo y Padre nuestro (cf. Jn 20,17) porque no ha vacilado en mandarte a ti,
que eres el mayor don que hemos recibido, eligiendo así el camino más bello para llevar a cabo
nuestra salvación.
Tú eres la transparencia personal del amor del Padre y lo eres sólo en virtud de tu unión con
Dios y de tu ser Hijo: y nosotros te damos gracias por la obediencia con que has respondido a
su proyecto de amor y por el modo con que nos lo has hecho conocer desvelándonos su rostro
interior. Pero es tu ejemplo de vida quien nos ha conquistado, porque es una página abierta
sobre la que se puede leer cómo nos ha amado Dios. Todo ha partido del amor y a través del
amor toma al amor.
Jesús, tú estás siempre a la escucha del Padre con mirada de contemplación interior y
transmites sus palabras, más aún, comunicas tan bien la palabra del Padre que tú mismo eres
la Palabra. Queremos en esta fiesta entrar en el silencio y en el estupor de la gruta de Belén.
Ésta es muy distinta de aquella en la que tú naciste hace tantos años, pero todavía nos dice
que para venir a nosotros no escogiste el camino del poder sino el de la humildad y el
ocultamiento; no escogiste la riqueza sino la pobreza, privilegiando a los pobres y a los últimos;
no escogiste el camino del éxito y de los honores sino el de la humillación y la cruz. Que esta
Navidad sea una nueva visita tuya a nuestro corazón para vivir con todos nuestros hermanos el
amor, que tú nos has enseñado.