Den y se les dará”
San Lucas 6, 37-42:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
OPTAR POR JESÚS COMO SU ÚNICO GUÍA
En el fragmento evangélico de hoy, sorprende el contraste entre la invitación
dirigida al discípulo para que sea como el maestro y la sentencia de hipocresía
pronunciada inmediatamente después. Se trata de la tensión en la que vive -y a la
que tal vez no logra sustraerse- todo discípulo y todo seguidor de Jesús.
Por un lado, estamos invitados a poner al maestro Jesús frente a nosotros como el
único digno de ser escuchado e imitado; al mismo tiempo, nos sentimos invitados a
ponernos frente a él como frente a un modelo difícilmente imitable: «El discípulo no
es más que su maestro» (v. 40). Sabemos muy bien que no podemos tender a una
perfección divina: sería una actitud temeraria, indigna de un verdadero discípulo;
sin embargo, estamos invitados a prepararnos bien para seguir lo más cerca posible
a nuestro maestro y guía. El jugo de toda esta enseñanza se encuentra aquí: quien
ha sido llamado a ser guía de los otros ha de ponerse tras los pasos de Jesús como
un discípulo fiel, ha de optar por Jesús como su único guía y ha de perseverar en
caminar detrás de él hasta Jerusalén, hasta el Calvario.
En un segundo momento, Jesús censura a los guías ciegos y necios como
«hipócritas»: este término tiene en su uso bíblico un sentido más amplio que el que
le atribuimos en nuestro lenguaje común. Si bien en ciertas ocasiones, como en Mt
22,18, indica un disimulo voluntario, en otras denota el contraste entre la conducta
exterior y el pensamiento interior (cf asimismo Mt 15,7; 23,25.27) o bien, como
ocurre en el caso que nos ocupa, censura la falsedad más o menos consciente de
aquellos a los que se dirige Jesús. Una falsedad que está tejida de soberbia y
rezuma presunción. La advertencia es clara: sólo sabe mandar como es debido
quien ha aprendido a obedecer bien; sabe juzgar bien a los hermanos y hermanas
en la fe sólo quien se ha vuelto dócil a la escuela del Evangelio y del maestro Jesús.
ORACION
Servir al Padre fue para ti, Señor, una manifestación de tu amor. Enséñame el
verdadero espíritu de servicio, el que marca el camino de la abnegación, de la
pobreza, de la persecución, de la obediencia hasta la entrega total de nosotros
mismos.
Servir a los hermanos fue para ti, Señor, tu alegría. Enséñame a aliviar las heridas
ajenas, a consolar a los afligidos, a hacer vivir a los deprimidos, a calmar a los
violentos, a instruir a los ignorantes, a predicar el Evangelio sin presunción y con
humildad.
Para ti, Señor, servir fue una opción que orientó tu existencia y cualificó toda tu
vida. Enséñame y hazme comprender que para mí tampoco es opcional el servicio,
sino que forma parte constitutiva de mi vida de apóstol: servir para llevar a Cristo,
como Pablo, al mayor número posible de hermanos y hermanas.