“¿Por qué ustedes me llaman: “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?”
Lc 6, 43-49
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL CORAZÓN, EN EFECTO, ES LA «CENTRAL» DE LA PERSONA HUMANA
Las palabras de Jesús que constituyen el centro de la página evangélica que hemos
leído hoy merecen una última profundización. Volvamos a oírlas: «El hombre bueno
saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo
malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca».
Es la motivación lo que nos importa señalar: el corazón humano conoce una
plenitud en cierto modo incontenible, que desborda del corazón a la boca. Es como
decir que la persona humana es un ser completo y unitario: por mucho que se
esfuerce en separar sus pensamientos de sus palabras, nunca conseguirá descubrir
el juicio de Dios. El corazón, en efecto, es la «central» de la persona humana: en él
nacen y de él brotan pensamientos buenos y pensamientos malos, proyectos
buenos y proyectos malos, acciones buenas y acciones malas.
La persona que del tesoro bueno de su propio corazón saca el bien es «semejante a
un hombre que, al edificar su casa, cavó hondo y la cimentó sobre roca». El buen
corazón que ha recibido como don y que intenta cultivar con todas sus fuerzas le
ofrece continuamente material para construir, ladrillo a ladrillo, la casa en la que
podrá habitar con su Señor, la tienda en la que podrá buscar y encontrar a su
Señor, la morada de la intimidad.
Por el contrario, la persona que de su tesoro malo saca el mal es como el que
construye sobre tierra insegura, sin fundamento. El corazón malo que se ha
fabricado sustrayéndose a la escucha de la Palabra y negándose al diálogo con su
Señor no sólo le aleja cada vez más de la intimidad con Dios, sino que le aparta
también de las relaciones fraternas; más aún, le contrapone a todos aquellos que
han sido convocados por Dios en su casa.
ORACION
Oh Señor, presentarse disfrazado con un yo que no se tiene es engaño, prometer
un bien que no ha sido cultivado es decepción, hablar de las propias cualidades sin
traducirlas en obras es vanagloria, escuchar sin poner en práctica es una pérdida de
tiempo.
Oh Señor, sólo quien haya madurado su yo en su propio corazón estará en
condiciones de presentarlo original y apetecible para el bien de muchos; sólo quien
haya cultivado sus propios puntos fuertes en el silencio de su yo profundo podrá
ofrecerlos con fuerza y valor para apoyar a quien lo necesite; sólo quien vive en el
silencio puede captar y valorar su propia realidad y la que le rodea, aprendiendo a
exteriorizarla con pocas palabras, verdaderas, y con muchos hechos.
Oh Señor, sé que sólo puedo llevar ante los otros lo que he recogido en la quietud,
en tu presencia, porque sólo tú transformas la calidad de mis acciones.