XXV DOMINGO ORDINARIO A
(Isaías 55:6-9; Filipenses 1:20-24.27; Mateo 20:1-16)
Babe Ruth era el mejor beisbolista de su época. Dicen que él cambió el deporte con
sus jonrones gigantes. Por supuesto Ruth ganó mucha plata por sus hazañas. Un
día un periodista le preguntó qué pensó de su salario de $80,000 como más que lo
del Presidente. Ruth respondi, “Tuve un mejor ao que él”.
Ruth no es el único que cree que el valor del hombre depende sólo de su actuación.
A mucha gente le fascinan personas con salarios exorbitantes. Quedan maravillados
con ejecutivos ganando millones de dólares cada año. Envían a los cirujanos que
cobran miles por una cirugía. Asimismo desprecian a aquellos cuyos salarios son
una pequeña parte de lo que ganan los ricos. Sean campesinos o sean maestros de
escuela les consideran como perezosos e ignorantes. En el evangelio Jesús corrige
esta perspectiva que valora al hombre principalmente por sus ingresos.
La parábola de Jesús cuenta de un propietario que paga a todos sus trabajadores la
misma cantidad. Tantos aquellos que laboraron sólo una hora en su viña como
aquellos que se esforzaron por doce reciben el mismo denario. Cuando los pobres
que soportaron el calor del día vienen a quejarse, el patrón les despide
severamente. Dice que han recibido el salario en que estaban de acuerdo. Jesús no
cuenta – a lo mejor porque es bien entendido – que el propietario paga a todos un
denario porque es el mínimo para mantener al trabajador y su familia por un día.
Desde que el propietario de viña representa a Dios Padre, Jesús está tratando la
justicia divina. Enseña que ella supera todos intentos humanos para proveer por el
pueblo. Dios conoce los problemas de mente y las disposiciones del corazón de
cada uno de sus criaturas. Responde a él o a ella con el mixto de penas y premios
para atraerle al camino de la vida eterna. Para uno será un buen sueldo. Para otro
será una gran familia. Para aún otro serán manos hábiles.
La justicia humana se aproxima la justicia divina cuando se da cuenta de la
dignidad de la persona. Cada ser humano es imagen de Dios que merece el apoyo
para crecer en persona responsable. El principio bajo la queja de los trabajadores –
que se les pague según el esfuerzo expendido – sirve como un paso primero de la
justicia. Pero no se debe terminar aquí. En la cuestión de pagos la justicia tiene que
considerar también la capacidad del trabajador, sus necesidades personales, y el
efecto de sus labores. Por esta razón los gobiernos han implementado mecanismos
como el salario mínimo, ajustes en la tasa de impuesto, y – en necesidades
extremas – la asistencia social.
Para perseguir la justicia tenemos que vigilar sobre la codicia. Sí, a veces parece
que no somos adecuadamente recompensados por nuestro trabajo. Pero en lugar
de siempre exigir más, primero deberíamos agradecer a Dios por lo que poseamos.
Entonces, podemos revisar las cuentas para ver si realmente nos hace falta más.
También, si vamos a ser justos, fomentaremos un afecto para todos – ricos y
pobres. Desgraciadamente en la parábola los trabajadores de la madrugada no
imaginan a sus colaboradores de la tarde como sus hijos que al menos por un día
ha tenido buena suerte.
Algunos definen al ser humano como (en latín) homo económico, eso es el hombre
que vive para expandir su valor económico. No parece justa esta definición. Según
Jesús el ser humano es homo delectus, eso es el hombre querido por Dios. Por el
amor de Dios somos creados en su imagen. Por el amor de Dios somos miembros
de su gran familia. Por el amor de Dios perseguimos la justicia.
Padre Carmelo Mele, O.P.