XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Introducción a la semana
Pablo exhorta a su discípulo y colaborador Timoteo a que se ore por todas las
autoridades; de ellas depende, en gran parte, que vivamos en paz y podamos
compartir en armonía los dones de Dios. También en la Iglesia los gobernantes
han de ser ejemplares; todavía no están perfectamente diseñadas las diversas
jerarquías que conocemos (obispos, presbíteros, diáconos), pero ya se apuntan
algunas de sus principales funciones: una comprensión genuina del “misterio” de
la Iglesia y una enseñanza auténtica del patrimonio doctrinal recibido. El mismo
Timoteo, todavía joven, se ha de acreditar ante los fieles por la ejemplaridad de
su conducta y por la fidelidad y constancia de la enseñanza en que se formó y
que tiene la responsabilidad de transmitir (el “gran mandamiento” que Pablo le
dio).
El evangelio de Lucas presenta algunos aspectos fundamentales de la Buena
Noticia. El centurión del que se habla es un ejemplo de la actitud de los paganos
alcanzados por el mensaje de Jesús. La resurrección del hijo de una viuda
manifiesta el interés de Jesús por las mujeres, marginadas en aquella sociedad
de hombres; incluso deja que le acompañen junto con sus discípulos. El perdón
de la pecadora forma parte de la misión salvífica de Jesús y es conjuntamente
expresión y fuente de amor.
Resaltan esta semana las celebraciones de la Exaltación de la Cruz y de la Virgen
de los Dolores, dos fiestas íntimamente unidas entre sí por la referencia a la
muerte de Cristo: la cruz es el símbolo de la entrega de amor realizada por
Jesús, el Hijo de Dios, a favor de toda la humanidad esclavizada por el pecado; y
su Madre participó en esa entrega redentora al estar al pie de la cruz
colaborando con su dolor y su amor a la misma redención. La cruz es también
símbolo de todos los crucificados del mundo, víctimas de la injusticia, del olvido
o de la persecución.- Junto a éstas, la Iglesia celebra también las memorias de
san Juan Crisóstomo, el gran predicador y obispo de Constantinopla (s. IV), y de
los santos mártires Cornelio y Cipriano (s. III), protagonistas de la actitud
misericordiosa de la Iglesia para con los apóstatas arrepentidos.
Con permiso de dominicos.org