Misa de medianoche 1
Is 9,2-7; Sal 95,1-2a. 2b-3, 11-12. 13;
Tt 2,11-14; Lc 2,1-14
Hoy hemos vivido un día breve, la luz del sol pronto se ha ocultado, ha sido
el día más corto del año; y como consecuencia, pronto nos ha envuelto la oscuridad
de la noche. Así es hermanos, hoy como hace 2000 años: un silencio sereno lo
envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, la Palabra todopoderosa, vino desde
el trono real de los cielos. En esta Noche santa se cumple la antigua promesa: el
tiempo de la espera ha terminado, y la Virgen da a luz al Mesías 2 .
Jesús nace para la humanidad, para cada hombre y mujer, paras el niño o el
anciano, que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado,
necesitado de salvación y sediento de esperanza.
Dios responde en esta noche al clamor incesante de los pueblos: ¡Ven,
Señor, a salvarnos!: su eterna Palabra de amor ha asumido nuestra carne mortal.
Un niño se nos ha dado, un Hijo nos ha nacido; hoy nos ha nacido el Salvador, el
Emmanuel, el Dios con nosotros 3 .
María “dio a la luz a su hijo primogénito, lo envolvi en paales y lo acost
en un pesebre” (Lc 2, 7). Esta es la imagen de la Navidad: un recién nacido frágil,
que las manos de una mujer envuelven con ropas pobres y acuestan en el pesebre.
Este pequeo y pobre es el “Hijo del Altísimo”? (Lc 1, 32). Slo ella, su Madre,
conoce la verdad y guarda su misterio.
En esta noche también nosotros podemos ponernos en el corazón y en la
mirada de María para amarlo con su corazón y verlo con sus ojos de fe, para
reconocer en este Niño el rostro humano de Dios. También para nosotros, hombres
del tercer milenio, es posible encontrar a Cristo y contemplarlo con los ojos de
María. Así, podremos tener la experiencia de reavivar nuestra fe, en Jesús el Niño
de Belén…
En la segunda lectura, que se acaba de proclamar, el apóstol san Pablo nos
ayuda a comprender el acontecimiento-Cristo, que celebramos en esta noche de
luz, cuando afirma: “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvacin para
todos los hombres” (Tt 2, 11). La “gracia de Dios aparecida” en Jesús es su amor
misericordioso, que dirige a cada uno en esta noche, nos la ofrece a todos: es el
momento de aceptar o rechazar… En efecto, con su Encarnacin, Jesús, -como dice
1 Cfr. S.S. JUAN PABLO II, Homilía 24 de diciembre de 2002
2 Cfr. Antífona del Magníficat
3 Cfr. Liturgia del día, misa de medianoche
el Apóstol- nos ensea a “renunciar a la vida sin religin y a los deseos mundanos,
y a llevar desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha
que esperamos” (Tt 2, 12-13).
“Encontraréis un nio envuelto en paales y acostado en un pesebre” (Lc 2,
12). El Niño acostado en la pobreza de un pesebre: esta es la señal de Dios. Pasan
los siglos y los milenios, pero queda la señal, y vale también para nosotros,
hombres y mujeres del tercer milenio. Es señal de esperanza para toda la familia
humana: señal de paz para cuantos sufren a causa de todo tipo de conflictos; señal
de liberación para los pobres y los oprimidos; señal de misericordia para quien se
encuentra encerrado en el círculo vicioso del pecado; señal de amor y de consuelo
para quien se siente solo y abandonado.
Señal pequeña y frágil, humilde y silenciosa, pero llena de la fuerza de Dios,
que por amor se hizo hombre.
Señor Jesús,
junto con los pastores,
nos acercamos al Portal
para contemplarte
envuelto en pañales
y acostado en el pesebre.
¡Oh Niño de Belén,
te adoramos en silencio con María,
tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza
por los siglos,
divino Salvador del mundo! Amén.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)