Encuentros con la Palabra
Domingo XXV Ordinario – Ciclo A (Mateo 20, 1-16a)
“Vayan también ustedes a mi viñedo”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
“El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos, hasta
que recibieron la llamada de Dios a hacerse discípulos. El de más edad respondió con
generosidad a la llamada, aunque tuvo que ver cómo se desgarraba su corazón al
despedirse de su familia y de la muchacha a la que amaba y con la que soñaba casarse.
Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más
pobres de entre los pobres. Se desató en aquel país una persecución, de resultas de los
cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte. Y el Señor le
dijo: « Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a
recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor! ».
La respuesta del más joven fue mucho menos generosa. Decidió ignorar la llamada,
seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz
matrimonio, le fue bien en los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando
daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos.
También de vez en cuando enviaba una pequeña suma de dinero a su hermano mayor,
que se hallaba en un remoto país, adjuntándole una nota en la que le decía: « Tal vez con
esto puedas ayudar a aquellos pobres diablos ». Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo:
« Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de diez talentos. Voy a
recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor! ».
El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa
que é. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: « Señor, aún sabiendo esto, si tuviera que
nacer de nuevo y volver a vivir, haría por ti exactamente lo mismo que he hecho ». Esto sí
que es una Buena Noticia: un Señor generoso y un discípulo que le sirve por el mero gozo
de servir por amor” (Anthony de Mello, El canto del pájaro , pp. 151-152).
Desde una perspectiva mercantil, es un absurdo que el que trabaja desde el comienzo del
día hasta la tarde, reciba lo mismo que el que llegó a la viña casi al caer el sol. Esto no
nos cabe en la cabeza y le reclamamos a Dios: “Estos que llegaron al final, trabajaron
solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros que hemos aguantado el
trabajo y el calor de todo el día”.
Pero Dios, como el dueño de la viña, nos responde: “Amigo, no te estoy haciendo ninguna
injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el jornal de un día? Pues toma tu paga y
vete. Si yo quiero darle a éste que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es
porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O es que te da envidia
que yo sea bondadoso?”
Tal vez haya personas que, sabiendo de la generosidad de Dios, habrían sido menos
bondadosas... Pero también las hay que se alegran y gozan de tal manera con esta
magnificencia divina, que no les queda otro remedio que desbordarse en generosidad.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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