PASCUA
La celebración de la Pascua es el primero y más importante de los “tiempos
fuertes” del Año Litúrgico. Empieza con la celebración del Triduo Pascual, y se
prolonga durante los “Domingos de Pascua”. El Misterio Pascual es el misterio de la
humillación (kénosis) de Cristo y de su exaltación gloriosa (Lc 24, 26).
En el lenguaje litúrgico oficial los tres días o triduo pascual (Jueves Santo,
Viernes Santo y Sábado Santo) constituyen la sinfonía teológico-litúrgica de
apertura del Tiempo Pascual. En ella vemos a Jesús que a través de la Pasión llega
a la meta de la Resurrección y Exaltación. Por eso, las dos tendencias teológicas:
teología de la cruz y teología de la gloria, están evidentemente coordinadas entre
sí. Como en la predicación apostólica el “escándalo de la cruz” había sido superado
con la llamada a las apariciones del Resucitado, así también la liturgia del Viernes
Santo debe ya ambientarse en el alba de la gloriosa Resurrección. Y, a su vez, en la
solemnidad de la Resurrección, debe permanecer siempre vivo el recuerdo de la
Pasión, porque incluso el Resucitado ha querido conservar las llagas transfiguradas
de su Pasión y Muerte.
La celebración no se agota en el Triduo Pascual; se prolonga hasta la fiesta
de Pentecostés. Los siete Domingos que siguen a Pascua no se denominan
“después de Pascua”, sino "primero, segundo... Domingo de Pascua", para significar
que todo este tiempo es una prolongada celebración del Misterio Pascual.
El hombre moderno, no traumatizado por guerras, terrorismo, dificultades,
etc., está ansioso de supervivencia, da afirmación, de liberación, y encuentra en el
Misterio Pascual el verdadero sentido de la vida presente, la alegría de vivir, la
auténtica libertad. Del Misterio nace una moral nueva.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)