COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Domingo 18 de septiembre de 2011 – 25º durante el año
Evangelio según San Mateo 20, 1-16 (ciclo A)
Jesús dijo a sus discípulos: “muchos de los primeros serán los últimos y
muchos de los últimos serán primeros, porque el Reino de los Cielos se parece
a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar
en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a
salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les
dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo' . Y
ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer
la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se
han quedado todo el día aquí, sin hacer nada? '. Ellos les
respondieron: 'Nadie nos ha contratado' . Entonces les dijo: 'Vayan
también ustedes a mi viña' . Al terminar el día, el propietario llamó a su
mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal,
comenzando por los últimos y terminando por los primeros' . Fueron
entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un
denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más,
pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el
propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y
tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del
trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno
de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en
un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega
último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes
como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los
últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos"
COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Domingo 18 de septiembre de 2011 – 25º durante el año
Evangelio según San Mateo 20, 1-16 (ciclo A)
Jesús dijo a sus discípulos: “muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos
serán primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de
madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y
los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les
dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo' . Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y,
encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer
nada? '. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado' . Entonces les dijo: 'Vayan
también ustedes a mi viña' . Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le
dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y
terminando por los primeros' . Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y
recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir
algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el
propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo
mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante
toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo,
¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a
este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes
como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los
primeros y los primeros serán los últimos"
“¡La dignidad del trabajo es trabajar y hacerlo bien!”
Hay que escucha muy bien la Palabra de Dios porque pareciera que se está apoyando, o
confirmando, que para recibir no es necesario trabajar; no es el sentido de este Evangelio, sino
más bien aportar a tener cultura del trabajo, tener esfuerzo y disposición para el trabajo. Una
cosa muy distinta es no tener trabajo porque no lo contratan y no porque no quiere trabajar.
Además, en esta lectura encontramos otro tema, que para mí es muy importante: el
pensamiento de Dios es muy distinto a nuestro pensamiento; la mirada de Dios es muy
distinta a nuestra mirada y que Dios sigue siendo imprevisible. A Dios nunca se lo puede
“capturar” y nadie puede tener la pretensión de “agarrarlo” a Dios. Dios es rico en
misericordia y llama a todos, empezando por los últimos; Dios no es “selectivo”
Pidamos a Dios, en primer lugar, tener la capacidad de saber que Dios llama a todos y que con
todos tiene misericordia. En segundo lugar, descubrir la bondad del trabajo, porque uno tiene
que trabajar haciéndolo bien, y haciendo el bien, independientemente de lo que hagan los
demás.
Muchas veces se bajan las exigencias porque otros no se exigen. Muchas veces uno no trabaja
demasiado porque otros no trabajan lo suficiente. Esto significa un deterioro; un deterioro de
cultura, de sociedad, de lo que es la dignidad del trabajo.
Es más, uno trabaja no sólo para obtener el beneficio y el resultado de lo que es el jornal, sino
que trabaja para sostener su propia dignidad. ¡La dignidad del trabajo es trabajar y hacerlo
bien! Esta palabra no hay que olvidarla jamás. Tenemos que hacer bien las cosas
independientemente de si otros las hacen mal, o las hacen a medias. Cada uno es responsable
de su propia vida y de su propia conciencia. En esto no hay que mirar a los otros, ni
compararse, sino que fundamentalmente hay que hacer hincapié en la propia responsabilidad
personal.
Si cada uno de nosotros hace las cosas que tiene que hacer, por persona, por familia, por
sociedad, por responsabilidad, por trabajo, por oficio, por ministerio o por lo que sea, a
conciencia y bien, nuestro mundo y nuestro país serían distintos.
Que el Evangelio de hoy se encarne en nosotros, sabiendo que Dios nos llama a todos, “que los
últimos son los primeros”, pero que nosotros -los últimos- no abusemos de los primeros.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hay que escucha muy bien la Palabra de Dios porque pareciera que se está
apoyando, o confirmando, que para recibir no es necesario trabajar; no es el
sentido de este Evangelio, sino más bien aportar a tener cultura del trabajo,
tener esfuerzo y disposición para el trabajo. Una cosa muy distinta es no tener
trabajo porque no lo contratan y no porque no quiere trabajar.
Además, en esta lectura encontramos otro tema, que para mí es muy
importante: el pensamiento de Dios es muy distinto a nuestro pensamiento; la
mirada de Dios es muy distinta a nuestra mirada y que Dios sigue siendo
imprevisible. A Dios nunca se lo puede “capturar” y nadie puede tener la
pretensión de “agarrarlo” a Dios. Dios es rico en misericordia y llama a todos,
empezando por los últimos; Dios no es “selectivo”
Pidamos a Dios, en primer lugar, tener la capacidad de saber que Dios llama a
todos y que con todos tiene misericordia. En segundo lugar, descubrir la
bondad del trabajo, porque uno tiene que trabajar haciéndolo bien, y haciendo
el bien, independientemente de lo que hagan los demás.
Muchas veces se bajan las exigencias porque otros no se exigen. Muchas veces
uno no trabaja demasiado porque otros no trabajan lo suficiente. Esto significa
un deterioro; un deterioro de cultura, de sociedad, de lo que es la dignidad del
trabajo.
Es más, uno trabaja no sólo para obtener el beneficio y el resultado de lo que
es el jornal, sino que trabaja para sostener su propia dignidad. ¡La dignidad del
trabajo es trabajar y hacerlo bien! Esta palabra no hay que olvidarla jamás.
Tenemos que hacer bien las cosas independientemente de si otros las hacen
mal, o las hacen a medias. Cada uno es responsable de su propia vida y de su
propia conciencia. En esto no hay que mirar a los otros, ni compararse, sino
que fundamentalmente hay que hacer hincapié en la propia responsabilidad
personal.
Si cada uno de nosotros hace las cosas que tiene que hacer, por persona, por
familia, por sociedad, por responsabilidad, por trabajo, por oficio, por ministerio
o por lo que sea, a conciencia y bien, nuestro mundo y nuestro país serían
distintos.
Que el Evangelio de hoy se encarne en nosotros, sabiendo que Dios nos llama a
todos, “que los últimos son los primeros”, pero que nosotros -los últimos- no
abusemos de los primeros.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.