XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Lucas 8, 19-21
Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen
en práctica”. ante la exclamación de una mujer que entre la muchedumbre quiere
exaltar el vientre que lo ha llevado y los pechos que lo han criado, Jesús muestra el
secreto de la verdadera alegría: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la
cumplen» (11,28). Jesús muestra la verdadera grandeza de María, abriendo así
también para todos nosotros la posibilidad de esa bienaventuranza que nace de la
Palabra acogida y puesta en práctica.
Por tanto, María fue la primera que vivió en modo incomparable el encuentro
con la Palabra de Dios, que es el mismo Jesús. Por este motivo, ella es un modelo
providencial de toda escucha y anuncio.
María, educada en la familiaridad con la Palabra de Dios en la experiencia
intensa de las Escrituras del pueblo al cual ella pertenecía, María de Nazaret, desde
el evento de la Anunciación hasta la Cruz, y aún hasta Pentecostés, recibe la
Palabra en la fe, la medita, la interioriza y la vive intensamente (cf. Lc 1, 38; 2,
19.51; Hch 17, 11). Por lo tanto, a ella se aplica cuanto ha dicho Jesús en su
presencia: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la
cumplen” (Lc 8, 21). “Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede
convertirse en madre de la Palabra encarnada”.
La Palabra de Dios hoy, pues, nos llama a leer con fe la Escritura, para tener
un encuentro vivo con la persona de Jesucristo que viene a iluminar y a transformar
nuestra vida. Leer, escuchar, reflexionar lo podemos hacer tanto en familia, como
en nuestras pequeñas comunidades o movimientos, para hacerse cada vez más una
familia que pertenece a Cristo: “mi madre y mis hermanos son aquellos que
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8, 21).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)