EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 21,33-43:
Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la
cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos
viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los
frutos.
Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y
al tercero lo apedrearon.
El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los
primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'.
Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para
quedarnos con su herencia".
Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?".
Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le
entregarán el fruto a su debido tiempo".
Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los
constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del
Señor, admirable a nuestros ojos?
Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado
a un pueblo que le hará producir sus frutos".
Leer el comentario del Evangelio por
San Basilio (hacia 330-379), monje y obispo de Cesarea, en Capadocia,
doctor de la Iglesia
Homilía 5 sobre el Hexaemerón, 6
Dar fruto
El Señor no cesa de comparar las almas humanas a las viñas: «Mi amigo tenía
una viña en un fértil collado» (Is 5,1); «Planté una viña y la rodeé de una cerca»
(Mt 21,33). Evidentemente que Jesús llama su viña a las almas humanas, que las
ha cercado, como con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos y
la guarda que les proporcionan sus ángeles, porque «el ángel del Señor acampa en
torno a sus fieles y los protege» (Sl 33,8). Seguidamente plantó alrededor nuestro
como una empalizada poniendo en la Iglesia «en el primer puesto los apóstoles, en
el segundo los profetas, en el tercero los maestros» (1C 12,28). Además, por los
ejemplos de los santos hombres de otros tiempos, hace elevar nuestro pensamiento
sin dejar que caiga en tierra donde serían pisados. Quiere que los ardores de la
caridad, como los zarcillos de una vid, nos aten a nuestro prójimo y nos hagan
descansar en él. Así, manteniendo constantemente nuestra deseo hacia el cielo, nos
levantaremos como vides que trepan hasta las más altas cimas.
Nos pide también que consintamos en ser escardados. Ahora bien, un alma
está escardada cuando aleja de ella las preocupaciones del mundo que no son más
que una carga para nuestros corazones. Así, el que aleja de sí mismo el amor
carnal y esta atado a las riquezas o que tiene por detestable y menospreciable la
pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decirlo así, escardado, y respira
de nuevo, desembarazado ya de la carga inútil de las preocupaciones de este
mundo.
Pero, para mantenernos en la misma línea de la parábola, es preciso que no
produzcamos únicamente madera, es decir, que vivamos con ostentación, ni que
busquemos ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos
fruto reservando nuestras obras para ser mostradas tan sólo al verdadero
propietario de la viña.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”