Comentario al evangelio del Martes 27 de Septiembre del 2011
A los discípulos les costó entender que lo de Jesús era una planteamiento revolucionario, que
verdaderamente suponía pensar y sentir de una forma radicalmente nueva. Lo veíamos en el texto
evangélico de ayer y lo vemos igualmente en el de hoy. Pero lo mejor (o lo peor, según se mire) es que
dos mil años después seguimos sin entenderlo del todo y mucho menos vivirlo.
El caso es que los de Samaria no quisieron recibir a aquel grupo de judíos que iban camino de
Jerusalén . Normal. Los samaritanos y los judíos no andaban en muchas mejores relaciones que las que
tienen hoy los israelíes con los palestinos. Ante aquel rechazo, Santiago y Juan proponen una solución
radical: hacer que baje fuego del cielo y termine con aquellos samaritanos para siempre. La imagen es
viva y actual. Casi se puede ver a los reactores israelíes volando sobre los campos y ciudades de Gaza
o Cisjordania lanzando sus misiles (fuego del cielo) y destruyendo para siempre a los palestinos.
Hemos puesto el ejemplo de israelíes y palestinos pero se podían haber puesto muchos otros.
Seguimos separados por fronteras que señalamos y defendemos con ardor. Y los misiles siguen
volando siempre en nombre de la defensa de nuestros altos intereses. Irak, Irán, Afganistán y tantos
otros países se someten unos a otros a ese fuego del cielo que no soluciona nada y que no hace más que
enconar los rencores, los odios y la división entre los pueblos.
Lo de Jesús es otra cosa. Sencillo pero revolucionario: “No sabéis de qué espíritu sois. Porque no
he venido a perder a los hombres sino a salvarlos.” Es otro planteamiento tan distinto al nuestro
habitual que incluso hoy nos cuesta entenderlo en la Iglesia. Y demasiadas veces nos dedicamos a
condenar en lugar de perdonar y salvar y curar y acoger y hacer fraternidad.
Fernando Torres Pérez cmf