XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas:
a.- Ez. 18, 25-28: Cuando el malvado se convierte, salvará su vida.
En este capítulo encontramos una llamada a la responsabilidad personal, es quizás
uno de los pasajes más denso en contenido doctrinal, y donde el profeta muestra
las otras dimensiones de su misión: pastor de almas, teólogo, y sacerdote.
Encontramos una síntesis de leyes del culto, leyes morales, reflexiones y
proclamaciones proféticas. Vemos a Ezequiel, hecho todo un padre para con su
pueblo, voz de Dios en cuanto a la revelación. Trata de levantar el ánimo de los
desterrados en Babilonia, sin templo, sin culto y sobre todo, sin esperanza de
futuro. Exhorta a la responsabilidad personal, para afrontar la realidad que les
circunda ante Dios. Lo pasado, también influye y condiciona el presente; pero la
novedad está en que ese pasado, los pecados de los padres, no es una herencia
para los hijos; es posible para ellos liberarse, sabiendo como enseña el profeta, que
Yahvé no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cfr. Ez. 18,
23). Es la conversión del individuo, de la persona a Yahvé, con lo que se aplica la
predicación profética, comunitaria, anterior al que es responsable de su vida de fe
(cfr. Jer. 31, 29ss; 2 Re. 14, 6; Dt. 24, 16). De esta forma Ezequiel, se convierte en
pastor de almas. Sin embargo, no todo era coser y cantar, en el sentido que ya
acostumbrados a un modo de vida, era más fácil acusar a Dios de injusto, que
convertirse. Pero Yahvé no se calla, y acusa: “No es más bien vuestro proceder el
que no es justo?” (v. 25; cfr. Jr.12). Hasta que finalmente encontramos una gran
invitacin: “Convertíos y vivid” (Ez. 18, 32).
b.- Flp. 2,1-11: Tened los sentimientos de una vida en Cristo.
El apóstol Pablo, exhorta a los dirigentes de la comunidad a la unidad en la
humildad. Pone ante sus ojos el sublime ejemplo de Cristo Jesús, desde donde teje
un hermoso himno, que revela el misterio de Cristo y de la Iglesia. Si Cristo es
Señor, es por su victoria sobre la muerte y resurrección, por su glorificación a la
diestra del Padre, y ahora Señor y Cabeza de la Iglesia. Esta visión se extiende a
todo el universo, a la creación que avanza inexorablemente hacia su liberación (cfr.
Rom. 2, 5-11). Los dirigentes eclesiales, participan de este gobierno de Cristo,
como representantes suyos, deben seguir su ejemplo, su mismo camino. Siendo
Dios se hizo hombre, asumió toda la condición humana, menos el pecado, y si esto
es admirable, mucho más importante es que se despojó de los privilegios para
hacerse Siervo de todos. Cristo Jesús hace su kénosis, es decir, sin dejar de ser
Dios, se ha sumergido en el caudal humano. Se ha hecho un hombre cualquiera,
sometido a todas realidades humanas, incluida la muerte, muerte de cruz, la más
horrible de su tiempo. Toda esta inmersión en la miseria y pecado de la humanidad
lo hace para conocer lo que iba a redimir; se hace carne de pecado (cfr. 2Cor. 5,21;
Rom. 8,3). Luego de sumergirse en la miseria humana, acontece la redención del
género humano, por o cual el Padre lo exaltó a la gloria de la resurrección y
ascensión a los cielos. He aquí el ejemplo de Cristo a seguir a todos los cristianos
con humildad asumir la cruz, lo que significa sabiduría en la vida cotidiana es poner
lo divino en lo humano y lo humano hacerlo divino porque ÉL así lo hizo así para
rescatar al hombre caído. Desde dentro de la realidad el cristianismo debe trabajar
para liberar y transformar la sociedad. Esta es la única forma de participar luego del
glorioso señorío de Cristo.
c.- Mt. 21, 28-32: La parábola de los dos hijos. Los publicanos y prostitutas
heredarán el reino de Dios.
Este pasaje es propio de Mateo la parábola o alegoría de los dos hijos enviados a la
viña. Es la primera parábola de las tres en queda de manifiesto la ruptura ente
Jesús y los fariseos o el judaísmo (cfr. Mt. 21, 35-46 y 22, 1-14). Es quizás uno de
los textos más seguros que se remontan a palabras originales de Jesús que se
reconocen en su crítica a los fariseos (v. 31). El sentido de la misma la
encontramos en las palabras finales: “Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?
El primero - le dicen. Les dijo Jesús: En verdad os digo que los publicanos y las
rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios” (v. 31). Entre todos los
estamentos de la sociedad judía encontramos a los publicanos y prostitutas, se
contraponen a los fariseos, los justos, puros y santos, que no sólo conocen la Ley
de Moisés, sino que la cumplen. Las obras en el evangelista, son una clave de
interpretación en lo doctrinal que luego convierte en parábola o la alegoriza: El
padre dueño de la viña es Dios; la viña es el reino de los cielos, en su escatología
terrestre; el segundo hijo, que dice que “si” y luego no cumple la voluntad de su
padre, son los representantes del judaísmo oficial, es decir, sumo sacerdotes,
ancianos, escribas y fariseos. Como conocedores de la Ley, eran los primeros que
debían haber ingresado en el Reino. En teoría decían que “sí” aceptan al Mesías
cuando viniese, pero de hecho, ante Cristo y el Mesías, dijeron que “no.” Vieron las
“seales”, entiéndase milagros, prodigios, portentos, signos que Cristo hacía como
garantía de su misión, pero no fueron capaces, de discernirlas, pero se hicieron
culpables de ello ante Yahvé y su pueblo (cfr. Mt. 3, 8. 9). Y de ellos dijo el mismo
Jesucristo, caracterizando esta hipocresía religiosa: “Dicen y no hacen” (Mt. 23,3).
Y también les dijo que “no entráis en el reino de los cielos, ni permitís entrar a los
que quieren entrar” (Mt. 23,13).
El primer hijo, representa a otros hijos de Israel, los despreciados, los publícanos y
las prostitutas, que no ingresando en un principio en el reino, después, al saber la
obra de Cristo, escucharon sus palabras, vieron sus milagros, incluso pudieron ser
beneficiados de ellos, finalmente se convirtieron e ingresaron al Reino de Dios.
Buenos ejemplos de cuanto decimos son el publicano Zaqueo (cfr. Lc. 19,1-10) y la
“mujer pecadora” (cfr. Lc. 7,37). El sentido de la parábola está en las palabras de
Cristo: “Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él,
mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo,
os arrepentisteis después, para creer en él.” (v. 32). La crítica va dirigida a la
institución religiosa de Israel (cfr. Mt. 22,16), pero los que no contaban en el
momento en esa visión religiosa, publicanos y prostitutas, sí creyeron en el
bautismo y en la predicación de Juan el Bautista, pero los escribas y fariseos no
creyeron en él, no se bautizaron hicieron fracasar el plan de Dios (cfr. Lc. 7, 29-
30). Estos pecadores reconocieron en Juan, fiel a su misin, indicar “el camino de la
justicia”, al Mesías, el enviado de Dios, se arrepintieron e hicieron penitencia por
sus pecados (cfr. Prov. 8,20). La predicación de Jesús, precedida por la palabra y
obra del Bautista, provoca un momento en que hay que decidir o tomar una postura
de la que depende su destino respecto del juicio de Dios, juicio, que por cierto, no
hay que esperar al final de los tiempos sino que ya obra, está en el presente,
momento a momento; quien acoge el evangelio, va por vía de salvación, encuentra
a Dios en Cristo, hace presente o integra al hombre en la economía de salvación de
Dios. El rechazo, requiere también una decisión consciente, donde las
consecuencias hay que asumirlas; quien rechaza el evangelio y a Cristo, va por vías
de perdicin. Son los dirigentes, escribas y fariseos, que “vieron” y no creyeron, en
cambio, fue el arrepentimiento de los que se reconocían pecadores, publicanos y
prostitutas, los que encontraron la salvación en la palabra de Cristo y en su gracia
salvadora (v. 32).
S. Teresa de Jesús, supo hacer de su voluntad una ofrenda agradable a Dios, con lo
cual supo lo que era el sacrificio, pero también la obra del Padre y del Hijo en ella:
“Buena estuviera yo, Seor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra
voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de
interés; porque ya tengo probado y gran experiencia de ello la ganancia que es
dejar libremente mi voluntad en la tierra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí,
o que gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto
que le ofrecemos!” (CV 32, 4).