Mi hermano, mi hermana
La Ley judía contemplaba 613 preceptos. 365 comienzan con un “No”
rotundo. 248 con un definitivo “debes”. Pero eran muchas más las
prescripciones que rayaban en la minucia, cuando no en lo ridículo. La
multiplicación de leyes nos hace inmaduros, escrupulosos, fácilmente,
hipócritas.
No era tan sencilla la trampa que le ponían los fariseos a Jesús. Cómo
escoger entre 613 mandatos, el más importante. Para Jesús está claro:
Todo se resume en una sola palabra: Amor. No explicitado como el primero
en una larga lista, sino puesto en el centro, es decir, en el corazón de la
vida humana.
El mandamiento de Jesús no establece oposición, dualidad o contradicción
entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Simplemente el uno explicita al
otro. Más claro: El amor al prójimo es condición sine qua non del amor a
Dios. Esto nos evita las mentiras, las prácticas piadosas que terminan en
espiritualismos intimistas, desenfocados de la dura realidad que padece la
inmensa mayoría de la población.
El Dios cristiano ha hecho opción por el más pobre (primera lectura). Su
mandamiento no es mera letra, es un rostro concreto. No es un código
legible, es clamor arrollador. No es accidental, es lo esencial. Lo esencial
siempre tiene un rostro, expresión última de todos los rostros de dolor, de
exclusión, de postergación. Saber leer este rostro es haber entendido el
mandamiento del amor.
Cochabamba 23.10.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com