“Aceptar la voluntad del padre”
Mt 21, 28-32
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“PERO USTEDES, NI SIQUIERA AL VER ESTE EJEMPLO, SE HAN
ARREPENTIDO NI HAN CREÍDO EN ÉL”.
La referencia básica de la lectura es el arrepentimiento, la conversión del corazón.
“Arrepentirse para creer”. Jesús nos habla invirtiendo intencionadamente el orden de los
verbos, por que no basta sólo “creer para arrepentirse”. Arrepentirse para creer consiste, ante
todo, en no considerarse ni justos, ni rectos, ni santos. Ni tampoco pensar que por observar tal
o cual ley no somos como el resto de los hombres que no la observan.
Tener conciencia de ser pecadores nos pone en actitud de conversión. Creernos justos nos
impide encauzar los pasos por el camino de la conversión. Quien nos hace justos, rectos y
santos es sólo Dios (la parábola del fariseo y del publicano de Lc 18,9-14 no deja lugar a
dudas ni a equívocos). Arrepentirse para creer consiste en no ser nosotros quienes
determinemos qué es bueno o malo, justo o injusto, recto o torcido, santo o profano, sino el
Señor.
El discurso de Ezequiel, (Ez 18, 24-28) entre Dios e Israel, arranca con un interrogante:
“¿Acaso no es justo mi proceder? ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no
es correcto?” Es lícito -y necesario- preguntarse: ¿Qué sabe Israel de “rectitud”? La respuesta
sólo la puede dar Dios: la iniquidad es causa de muerte; la justicia y la rectitud son causa de
vida. Pasar de la iniquidad a la justicia y a la rectitud es pasar de la muerte a la vida. “Y
cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia,
él mismo preserva su vida”. ¿Quién determina este paso? Dios
ORACION
Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo,
y obre conmigo, y persevere conmigo hasta el fin.
Dame que desee y quiera siempre lo que te es más acepto y agradable a ti.
Tu voluntad sea la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya y se conforme en todo con ella.
Tenga yo un querer y no querer contigo, y no pueda querer y no querer, sino lo que tú quieres
y no quieres.
Dame, Señor, que muera a todo lo que hay en el mundo,
y dame que desee por ti ser despreciado y olvidado en este siglo.
Dame, sobre todo, lo que se puede desear, descansar en Ti y aquietar mi corazón en ti.
Tú eres la verdadera paz del corazón, tú el único descanso; fuera de ti todas las cosas son
molestas e inquietas.
En esta paz permanente, esto es, en ti, sumo y eterno Bien, dormiré y descansaré. Amén
(Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, 111,15,3).