Fiesta de Todos los Santos
¡Sed santos, porque yo soy santo!
De los sermones de San Bernardo, Abad
¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma
solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre
celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven
nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra
devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo.
Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte
deseo.
El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el
de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de
los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo
de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires;
con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes; para resumir, el de
asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia
de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra
compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos
atención.
Despertémonos, por fin, hermanos: resucitemos con Cristo, busquemos las cosas de
arriba, pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo. Deseemos a los que nos desean,
apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de
nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que
gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya
presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de
compartir su gloria.
El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que,
como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos
manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)