Comentario al evangelio del Jueves 06 de Octubre del 2011
Llenos de confianza
La oración de petición de gracias parece que pasa también por una crisis. Es necesario elevar un elogio
de la oración de petición. Es connatural al hombre sentirse débil, necesitado, finito. Me siento enfermo
y acudo al médico; me siento indigente y vuelvo los ojos a Dios Padre. Cuántas veces repetimos con la
liturgia cristiana: “Señor, ten piedad de mí”. No seamos tiquismiquis tildando de egoísmo este modo
de orar. Pero si muchas veces lo que pedimos es para los demás.
El evangelio se llena hoy de parábolas e imágenes. La insistencia en la oración del amigo que llega a
medianoche; la bondad de los bienes de Dios que nunca se parecerá al que da una serpiente si se le
pide un pez. La comparación con el hombre que sabe dar cosas buenas. ¡Cuánto más el Padre!
En resumen, el hombre “indigente, perdido y en la calle”, “pide, busca y llama”. Al final, el Padre
Dios “nos dará, nos ayudará a encontrar y nos abrirá”. No somos amigos impertinentes, somos sus
hijos.
El mismo Jesús nos da ejemplo. En Getsemaní y en la hora suprema, suplica: “Pase de mí este cáliz”,
“Padre, tengo sed”. Con el salmista, y con Jesús, exclamamos, llenos de confianza: “Cuando te
invoqué me escuchaste”.
Es cierto que Dios conoce nuestras necesidades, pero le gusta que se las presentemos. No pedimos para
que Dios se entere sino porque, así, nos lo creemos más, nos colmamos de confianza, y hasta se nos
cambia el corazón. Acaso, sentimos también el silencio de Dios ante nuestra petición. “Dios no me
escucha”, decimos. Pero no perdemos la paciencia. Lo apunta el Evangelio: al menos, siempre nos dará
el Espíritu Santo, “Don en tus dones espléndido”.
Conrado Bueno, cmf