Santos Miguel, Gabriel y Rafael, Arcángeles (Juan 1, 47-51)
Verán a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre. La liturgia de
hoy nos invita a recordar a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Cada uno
de ellos, como leemos en la Biblia, cumplió una misión peculiar en la historia de la
salvación.
Invoquemos con confianza su ayuda, así como la protección de los ángeles
custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de algunos días, el 2 de octubre. La
presencia invisible de estos espíritus bienaventurados nos es de gran ayuda y
consuelo: caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos
defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en cualquier momento.
Muchos santos mantuvieron con los ángeles una relación de verdadera amistad, y
son numerosos los episodios que testimonian su ayuda en ocasiones particulares.
Como recuerda la carta a los Hebreos, los ángeles son enviados por Dios "a asistir a
los que han de heredar la salvación" (Hb 1, 14), y, por tanto, son para nosotros un
auxilio valioso durante nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial.
Sabemos por las sagradas Escrituras que: Miguel, que significa “¿Quién como
Dios?”, viene presentado en el Apocalipsis (12, 7) en acto de combatir las potencias
infernales; Gabriel, que significa “Fortaleza de Dios”, es enviado a la Virgen María
para anunciarle su vocación a ser corredentora de la humanidad; Rafael, que
significa “Medicina de Dios”, es enviado por el Señor a Tobías -según la narración
bíblica- para curarlo de la ceguera. La liturgia nos invita a sentir cercanos, como
amigos y protectores ante Dios, a estos tres Arcángeles y a nuestro Ángel custodio.
Que ellos nos protejan y nos guíen en el camino de la vida cristiana.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)