XXVI Semana del Tiempo Ordinario A (Año Impar)
Sábado
San Lucas 10, 17-24
“Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo”. El hecho de que nuestros
nombres estén escritos en el cielo es testimonio para nuestra virtud, pero en cuanto
a expulsar demonios, eso es don del Salvador que él concede. Por eso, a los que se
jactaban no de su virtud sino de sus milagros y decían: ¿Señor, no hemos
expulsado demonios en tu nombre y no hemos obrado milagros también en tu
nombre? (Mt 7,22). El respondió: En verdad, les digo que no los conozco (Mt 7,23),
pues el Señor no conoce el camino de los impíos (Sal 1,6), a los malos.
En efecto, los santos y los hombres y mujeres virtuosos de todos los tiempos son
de esos dóciles servidores del Evangelio, cuyos nombres están escritos para
siempre en el cielo, aunque vivieron en períodos históricos distantes entre sí y en
ambientes culturales muy diversos, tienen en común una experiencia idéntica de
fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Los une la misma confianza incondicional en el
Señor y la misma pasión profunda por el Evangelio.
Los seguidores de Jesús que han vivido el evangelio no perderán nunca sus
nombres: están indeleblemente grabados en el corazón de sus seres queridos, de
sus compañeros de trabajo, Pero sobre todo sus nombres están grabados para
siempre en la memoria de Dios omnipotente. Por esto el Señor nos ha dicho hoy:
vivan el evangelio y “Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)