1
EN CAMINO
Domingo 29 del tiempo ordinario, ciclo “A”.
LECTURAS:
- Primera lectura: Isaías 45,1,4-6: Yo soy el señor, y no hay otro.
- Salmo Responsorial: 95,1.3-5.7-10: Cántico a Dios, autor de maravillas.
- Segunda lectura: 1Tes 1,1-5b: Damos gracias a Dios por todos ustedes.
- 1ra lect.: Mt 22,15-21: Al César lo que es del César y devuelvan también a Dios lo
que es de Dios.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
O DIOS, O EL CESAR
La primera lectura del segundo Isaías o libro de Consolación corresponde a una
época de transición en el ámbito sociopolítico que le tocó vivir al pueblo de Israel
desterrado en Babilonia. Un nuevo imperio iba creciendo mientras otro decrecía, como es
normal en nuestro mundo. Se trataba de Persia que no figuraba entre las potencias
tradicionales de Mesopotamia, pero que poco a poco fue adueñándose de toda esa zona,
con el liderazgo de Ciro. Empezó por Asia Menor. En el año 550 a.C. derrotó a los medos
y en el 546 conquistó Lidia. Siguió con Mesopotamia y aprovechó la división que había en
Babilonia debido al conflicto de Nabonid con los sacerdotes de Marduk, dios reemplazado
por el dios Sin (luna). Cono ha ocurrido y sigue ocurriendo en muchas invasiones y
conquistas, cuando vieron la supremacía de los persas parte del ejército babilonio se
adhirió a ellos. En el 539 Ciro era aclamado en Babilonia.
Que Ciro, rey de Persia, haya derrocado a los babilonios lo hacía ver por los
desterrados como una bendición. Ese sentimiento de hizo más fuerte cuando los nuevos
gobernantes mostraban cierta benevolencia teniendo en cuenta la crueldad de
Nabucodonosor, rey babilonio derrotado por Ciro. Por eso los profetas, así como Esdras
y Nehemías no ahorran palabras para elogiar al nuevo rey. Se le compusieron himnos que
lo mostraban como instrumento de Dios (Is 41,1ss); se le llamó “cumplidor de la palabra
de Yahvé” (2Cr 36,22ss; Esd 1,1), pastor mío (Is 44,28,), “reconstructor de la ciudad”,
“liberador de los cautivos”. En texto que hoy leemos se le llama ungido de Yahvé (45,1)
Frente a este nuevo contexto, algunos líderes israelitas en el exilio (año 538 a.C.),
encabezados por Nehemías, funcionario judío en Persia, le propusieron al rey Ciro que los
dejara volver a su tierra. El rey accedió poniendo sus condiciones. Históricamente fue una
jugada política de Ciro, pues el pueblo de Israel, por su desobediencia civil y sus continuas
peticiones de volver a su tierra, se había convertido en un problema. El salmo 136 es una
prueba de ello: “Junto a los canales de Babilonia nos sentábamos a llorar con angustia de Sión; en los
sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos: cántennos un cantar de Sión. ¡Cómo cantar un cantar de Sión en tierra
extranjera! Si me olvido de ti Jerusalén, que se me paralice la mano derecha…”
No obstante que se trataba de un nuevo imperio en el escenario regional, existían
serias amenazas para los persas, especialmente por parte de Grecia que había desarrollado
2
un considerable potencial bélico y un nivel cultural inigualable. Para los intereses del
imperio persa era mejor dejar marchar a los judíos y así tener unos “aliados” sumisos en
esta parte amenazada. Además teniendo en cuenta que Ciro tenía deseos de invadir y
conquistar Egipto. Cosa que no lograría Ciro porque murió, pero sí lo hizo su hijo
Cambises derrotando al “inmortal” Menfis en el año 525; aunque su reinado duró poco
porque se suicidó en el año 521.
A los judíos los dejaron volver a su tierra como parte de una jugada política de
Ciro. Sin embargo este hecho fue visto como una acción de Dios que se valía de muchos
medios para favorecer a su pueblo, incluso valiéndose de un rey “pagano” que realiza la
obra de Dios. En medio de los avatares de la vida, de los intereses de por medio y de
tantos sentimientos humanos que dominan el entorno, vale la pena aprovechar las
oportunidades a favor de la vida, sin dañar ni destruir a nadie y defendiendo los valores
humanos.
Los reyes, faraones, zares, emperadores, caciques o como se llame a los monarcas,
eran vistos en el mundo antiguo como hijos de los dioses o como dios mismo. Por eso
Isaías, aunque realzó la figura de Ciro, enfatizó aún con más fuerza: hay un único Señor; así
dice el Señor... Yo soy el Señor y no hay otro, fuera de mi no hay otro dios. Para una sensibilidad
universal de diálogo interreligioso, esta expresión del profeta Isaías puede sonar anti
ecuménica, pero analizado en su contexto, lo que quiso el profeta fue decirle al rey que él
no era dios y que sus políticas tenían validez en la medida que no usurpara su puesto. El
pueblo, su tierra, sus derechos, su vida, eran de Dios, del único Señor, el único absoluto.
En la Palestina del tiempo de Jesús, los emperadores romanos Octavio Augusto (27
a. C. – 14 d. C.) y Tiberio (14 – 37 d. C.) se impusieron como dioses. Al emperador se le
debía rendir culto. En este contexto los adversarios del hombre de Nazareth, le lanzaron
sinuosamente la siguiente pregunta: “¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de
pagar?” Aquí encontramos una situación bastante difícil de sortear. Los celotas, o sea la
extrema izquierda y el pueblo pobre que trabajaba la tierra, campesinos o inquilinos, eran
quienes más padecían con la política fiscal impuesta por los romanos y por lo cual
rechazaban dicho tributo. Por otra parte, los colaboracionistas de derecha, herodianos,
saduceos pro invasión romana, lo apoyaban o al menos se unían al sistema, pues favorecía
sus intereses personales.
Los fariseos, aunque eran un grupo que ideológicamente no estaba de acuerdo con
la invasión romana, contrario a los herodianos (seguidores de Herodes), se unieron con
estos, cuando se trató de buscar la caída de Jesús (el enemigo de mi enemigo es mi amigo,
dicen por ahí como una estrategia de guerra). La pregunta no se la dirigieron porque ellos
estuvieran interesados en las enseñanzas de este nuevo maestro, en su postura ética o
política; querían ponerlo a prueba y en contra tanto de los pro-romanos como de los anti-
romanos. Por eso Jesús los llamó hipócritas.
“Pues den al emperador lo que es del emperador y devuelvan también a Dios lo que es de Dios”,
fue la respuesta de Jesús. Para algunos teólogos (Descalzo, Schnackenburg, Schillebeeckx),
esto es una muestra del poco interés de Jesús por los problemas políticos. Él habría
enfatizado en los deberes del ciudadano y nada más. Otros, como Gnilka, afirman que la
respuesta de Jesús va más allá de la cuestión de los impuestos y es más una cuestión de
3
principios, es decir: Jesús aceptó la autoridad estatal, pero señaló sus límites, sabiendo que
dicha autoridad debía estar sometida siempre al reinado de Dios; y en caso de conflicto,
primero estaba la obediencia a Dios que a los hombres.
Según Carlos Bravo, “la moneda tiene una imagen del César, prohibida en el segundo
mandamiento del decálogo (Dt 5,8ss) y una inscripción que colocaba al emperador en la esfera de lo divino,
y que formaba parte del culto que se le rendía. El pago del tributo, al mismo tiempo que hacía más dura la
situación económica del pueblo empobrecido, suponía la aceptación práctica del derecho de Roma sobre la
tierra de Israel y del culto al emperador” 1 .
La respuesta de Jesús fue muy sagaz, pero no evasiva, ni diplomática. Se entiende
después de analizarla en su contexto. Jesús tiene totalmente claro que el emperador no era
Dios. Por eso el evangelio nombró a Dios aparte del emperador. Jesús le quitó al
emperador la categoría de Dios y no lo aceptó como absoluto, pues el único absoluto es el
Padre Dios que ejerce su poder en la medida que da vida. Aunque los romanos permitían
cualquier culto religioso en sus colonias, implantaban el culto al emperador. Para Jesús, el
César es el César, no Dios. La moneda era romana, sagrada para los invasores; para los
judíos era sacrílega.
Decir que Jesús haya justificado el pago del impuesto al César o pretender separar
la cuestión política de la religiosa en ese preciso momento, es traicionar consciente o
inconscientemente su mensaje. En nuestra sociedad secular lo político va independiente de
lo religioso; en aquella época era impensable. Yahvé (el Dios que libera), estaba siempre
con su Pueblo en todos los procesos, se identificaba con un pueblo digno, independiente y
libre, y con todo lo necesario para lograrlo.
El Reinado de Dios que anunció Jesús, tenía un carácter de salvación integral para
el pueblo, totalmente contrario al reinado del César. ¿Qué le correspondía al César? ¿La
tierra? ¿Los seres humanos? Para los romanos, acostumbrados a derramar la sangre de
cualquier ser humano para calmar su insaciable sed de poder y para satisfacer sus
inclinaciones concupiscibles (pan y circo – comida y diversión), era natural apropiarse de
todo. Pero para la mentalidad judía, la tierra, principal medio de producción de la época,
era sólo de Dios.
El César impuso su sistema por encima de Dios, convirtiéndose en un obstáculo
para el Reino anunciado por Jesús. “Den a Dios lo que es de Dios” hace referencia al
primer mandamiento: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a él solo adorarás”. La
imposición de los romanos violaba totalmente ese mandamiento y atentaba contra el ser
humano, imagen de Dios. Al emperador le pertenecía la moneda, con su imagen, pero no
los seres humanos, ni la tierra, de los cuales él se había apropiado. Así, “que el César se lleve
esa moneda, que atenta contra los derechos de Dios y que le regrese a Dios lo que le pertenece: el culto, el
pueblo y la tierra” 2 .
Inspirados por este Evangelio y mirando nuestro propio contexto, nos corresponde
a nosotros responder adecuadamente a los distintos retos, siempre en defensa de la vida,
del bien común, de la justicia. El asunto va más allá de los impuestos. Es claro que la
1 BRAVO GALLARDO Carlos, Jesús, hombre en conflicto, Bilbao 1.986 206.
2 IBIDEM
4
legitimidad o ilegitimidad de los impuestos en nuestro contexto tiene que ver más con el
empleo de éstos, con el manejo de la “cosa pública”. Podríamos preguntarnos, ¿cómo
debe ser la reacción de un discípulo de Jesús frente a los distintos procesos sociales y
políticos? ¿Cómo reaccionar frente a los políticos que siguen acudiendo a la compra de
votos, a la compra de testigos electorales o a cualquier otra artimaña para llegar al poder y
frente a quienes los apoyan desde arriba o desde abajo, con las palabras, con las obras o
con las armas?
¿Cómo aplicar esa máxima “den al emperador lo que es del emperador y devuelvan a Dios lo
que es de Dios”, sin manipulación de la conciencias, sin emplear la religión para engañar?
¿Qué les corresponde a los servidores públicos y qué le corresponde a los ciudadanos?
¿Qué les corresponde a los ministros de la iglesia (la mal llamada y constituida jerarquía) y
qué le corresponde a al resto del pueblo? ¿Qué les corresponde a los padres y qué a los
hijos? ¿Qué a los educadores y qué a los educandos? ¿Qué a los civiles, qué a los militares?
¿Qué a las mujeres y qué a los varones? ¿Qué a los empresarios, qué a los sindicatos y a los
empleados? ¿Qué a los productores y qué a los consumidores? ¿Qué a los niños, a los
jóvenes, a los adultos y qué a los ancianos? ¿Cómo responder de palabra y de obra a las
realidades de hoy según el Espíritu de Jesús?
Oración
Dios, Padre y Madre, te bendecimos porque de distintas formas manifiestas tu
amor misericordioso, incluso valiéndose de medios insospechados, siempre en defensa de
la vida digna para todos. Te pedimos que nos libres de emplear las palabras de Jesús para
apoyar engaños, posturas ideológicas que justifican la injusticia, la corrupción y la violación
de los derechos humanos más fundamentales.
Te pedimos que nos des la fortaleza para trabajar en la justicia del Reino y la
audacia para cuidarnos de quienes sólo buscan sus propios intereses y están dispuestos a lo
que sea para defenderlos. Danos la lucidez mental y espiritual para descubrir la forma de
responder adecuadamente, según tu plan de salvación, a tantos retos que nos presenta el
mundo de hoy, para que vivamos como corresponde: como verdaderos hijos tuyos, como
auténticos hermanos, en dignidad, libertad y felicidad. Amén.