XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Padre Camilo Maccise, OCD
1. En la sociedad humana tenemos la experiencia de la producción. Las fábricas
buscan producir mercancías que puedan ser útiles y generar ganancias.
Ordinariamente el propietario cuenta con un equipo de personas responsables de
seguir sus indicaciones y cumplir con la finalidad de esa industria. Cuando éstos no
logran llevar adelante la producción o lo que producen es de baja calidad son
despedidos y se busca una nueva administración que garantice los productos y su
autenticidad. En tiempo de Jesús, en una sociedad agrícola lo que se buscaba
cultivar eran plantas que dieran los frutos que se esperaban de ellas. Cuando esto
no sucedía por culpa de los campesinos éstos eran despedidos y se buscaban otros
que fueran capaces de hacer crecer y madurar los frutos de las diversas plantas.
2. Cristo, en su predicación insistió siempre en la necesidad de producir frutos. En
el evangelio de hoy se refiere directamente al pueblo de Israel. La viña lo
representa. Dios lo escogió para producir frutos de justicia, fraternidad, amor. Dios
es el dueño de la viña. El liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto para que pasara
de esa situación de opresión a su servicio cumpliendo sus mandamientos que se
sintetizan en el amor a Dios y al prójimo. Él envió a sus siervos los profetas para
recordar y exigir esos frutos, pero el pueblo no hizo caso, los rechazó e incluso
mató a algunos. Cristo es el hijo, enviado por el Padre y el también fue rechazado y
condenado por la autoridad civil y religiosa. Los otros viñadores a quienes se
arrendará la viña para que entreguen frutos a su tiempo serán los pueblos paganos.
3. El evangelio de este domingo lo podemos leer e interpretar en clave personal.
Nosotros somos los sarmientos de la vid que es Cristo. Para que el sarmiento de la
viña produzca frutos debe estar unida a la vid. Estos frutos son el amor, la
solidaridad, la fraternidad. Cristo nos pide superar el egoísmo y abrirnos a los
demás; a buscar no sólo lo nuestro sino a ser solidarios con nuestros hermanos. Así
colaboraremos a que en la sociedad se den esos frutos. Cada uno de nosotros,
junto con aquellos con quienes vivimos, somos una pequeña parcela del viñedo. Allí
podemos producir los frutos que Cristo espera de nosotros y ser como una pequeña
célula que contribuye al bien de la sociedad. En nuestro medio ambiente, en
nuestra familia, en la comunidad humana en la que vivimos podemos sembrar
amor, solidaridad, entrega, fraternidad que son los frutos que Dios nos pide y
espera de nosotros.
Camilo Maccise