NAVIDAD-EPIFANÍA
La Navidad
Una vez preparados los corazones nos disponemos a celebrar el Nacimiento
de Jesús. Esta fiesta tiene una doble proyección:
Recordar el inicio de la redención con el Nacimiento del Salvador, el misterio
central de nuestra fe es la Resurrección de Cristo –la Pascua- como este suceso
abarca toda la vida de Jesús, celebrar la Navidad es solemnizar el proceso inicial de
nuestra salvación, de nuestra Pascua.
Acoger ahora al Señor que quiere nacer en el corazón del hombre. La fiesta
de Navidad invita a reflexionar sobre el amor de Dios que viene a los hombres. El
Cristo que tomó parte en la historia de los hombres, hace dos mil años, vive y
continúa su misión salvadora dentro de la misma historia humana. Navidad es un
acontecimiento divino y humano, que será siempre actual, mientras haya un
hombre en la tierra.
La Navidad enriquece la visión del plan salvífico de Dios y lo hace más
humano y, en cierto sentido, más hogareño. Aunque esta fiesta apunta también a
la celebración de la Pascua, la preparación para vivirla, el Adviento, tiene un tono
muy diferente, sin dejar de invitarnos al arrepentimiento y a la conversión, el
ambiente que se vive en estos días, es en general, festivo y lleno de esperanza y
alegría.
La Navidad es la fiesta más celebrada por los hombres. Hasta los ateos y los
enemigos de la Iglesia se detienen y celebran, a su manera, este acontecimiento de
salvación. Es el recuerdo más universal y más gustado que el mundo tiene de
Jesucristo. Pero, además de ser un recuerdo, la fiesta de Navidad es una acción
salvadora para el hombre actual. Es el Dios inmenso y eterno que desciende a
tomar la condición humana e irrumpe en el tiempo del hombre para que éste pueda
alcanzarlo. Nadie, aunque quiera, puede permanecer al margen de este misterio. El
mundo entero acepta el acontecimiento del nacimiento del Señor, como la fecha
central de la historia de la humanidad: antes de Cristo, o después de Cristo.
¿Por qué el 25 de diciembre? La fecha del nacimiento del Señor es del todo
desconocida, en Oriente se celebra la misma fiesta, el día 6 de enero. Tanto en
oriente como en occidente, la fecha fue sugerida por celebraciones paganas
dedicadas al culto al sol. La Iglesia, en su afán de evangelización, igual que
transformó algunos templos paganos en cristianos, cambió la fiesta dedicada al dios
Helios (sol) en fiesta del Nacimiento de Cristo –auténtico Sol- que viene al mundo
para iluminar al hombre. La intensión fue transformar una fiesta pagana en
cristiana, dándole mayor contenido e importancia.
La celebración del misterio de Navidad comienza desde la tarde del 24 de
diciembre, hasta la noche del día 25. En menos de 24 horas, la Iglesia proporciona
a quienes quieren celebrar la venida del Señor, 12 lecturas bíblicas llenas de
mensaje para una vida comprometida.
El día de Navidad para los católicos es día de precepto, es decir, se debe
asistir a Misa aunque no sea domingo, pudiendo cumplirse este precepto si se
asiste el 24 de diciembre por la tarde o a cualquier Misa del día 25.
Con la Misa vespertina del día 24 termina el tiempo de Adviento y se entra
en la celebración del misterio navideño. Se leen textos del Profeta Isaías,
anunciando con alegría la llegada del Salvador a celebrar sus bodas con la
humanidad; de los Hechos de los Apóstoles, con el primer discurso de San Pablo,
que da testimonio de Cristo, hijo de David, que viene a salvar a su pueblo; y desde
luego, del Evangelio, con el relato del nacimiento de Jesús en Belén.
La Epifanía
Por otra parte, podemos decir que la fiesta de la Epifanía es de origen
Oriental y surgió en forma similar a la Navidad de Occidente.
Los paganos celebraban en Oriente, sobre todo en Egipto, la fiesta del
solsticio invernal el 25 de diciembre y el 6 de enero el aumento de la luz. En este
aumento de la luz los cristianos vieron un símbolo evangélico. Después de 13 días
del 25 de diciembre, cuando el aumento de la luz era evidente, celebraban el
nacimiento de Jesús, para presentarlo con mayor luz que el dios Sol. La palabra
epifanía es de origen griego y quiere decir manifestación, revelación o aparición.
Cuando la fiesta oriental llegó a Occidente, por celebrarse ya la fiesta de Navidad,
se le dio un significado diferente del original: se solemnizó la revelación de Jesús al
mundo pagano, significada en la adoración de los ‘magos de oriente’ que menciona
el Evangelio.
Hoy la Iglesia celebra la Epifanía para recordar la Manifestación del Señor a
todos los hombres con el relato de los Magos de Oriente que nos narra el Evangelio
(Mt 2, 1-12). Aquellos hombres que buscaban ansiosamente simbolizan la sed que
tienen los pueblos que todavía no conocen a Jesús.
La Epifanía, en este sentido, además de ser un recuerdo, es sobre todo un
misterio actual, que viene a sacudir la conciencia de los cristianos dormidos.
Para la Iglesia la Epifanía constituye un reto misional: o trabaja generosa e
inteligentemente para manifestar a Cristo al mundo, o traiciona su misión. La tarea
esencial e ineludible de la Iglesia es trabajar para llevar a Cristo a todos aquellos
que no lo conocen.
La llegada de los magos, que no pertenecen al pueblo elegido, nos revela la
vocación universal de la fe. Todos los pueblos son llamados a reconocer al Señor
para vivir conforme a su mensaje y alcanzar la salvación.
En definitiva, celebramos la Manifestación del Señor a todo el mundo, es
decir la Epifanía. Dios se les revela, no sólo a los pastores, no sólo a los judíos,
también a aquellos hombres de ciencia, ricos y poderosos que se ponen en camino
desde tierras lejanas, en busca de la estrella que interpretan como una
manifestación de la presencia de Dios; significa que el Hijo de Dios debe ser
reconocido por todos los hombres, de todos los lugares, de todos los tiempos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)