DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO
Is 5, 1-7, Sal 79, Filp 4,6-9, Mt 21, 33-43
“Escuchad otra parábola. Era un propietario que plant una via, la rode de una
cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se
ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores
para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le
golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en
mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente
les envi a su hijo, diciendo: „a mi hijo le respetarán.‟ Pero los labradores, al ver al
hijo, se dijeron entre sí: „Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos
con su herencia.‟ Y, agarrándole, le echaron fuera de la via y le mataron. Cuando
venga, pues, el dueo de la via, ¿qué hará con aquellos labradores?” Dícenle: “A
esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros
labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.” Y Jesús les dice: “¿No habéis
leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra
angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros
ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que
rinda sus frutos.”
La semana pasada, el Evangelio nos presentó como tema de fondo la actitud
respuesta del creyente a la voluntad de Dios, no solamente como sumisión a la ley
sino una conversión de vida. En la presente semana, la primera lectura nos
presenta de una manera simbólica, a través de la viña, la historia del amor de Dios
a su pueblo; pero al mismo tiempo nos presenta a este Dios de amor anunciando el
castigo por la infidelidad e infecundidad del pueblo. Al respecto el Papa Benedicto
XVI nos dice: Dios puso una via, imagen de su historia de amor con la
humanidad, de su amor por Israel al que Él eligió. El primer pensamiento de las
lecturas de hoy es éste: Dios ha infundido en el hombre, creado a su imagen, la
capacidad de amar y, por tanto, la capacidad de amarle a Él mismo, su Creador.
Con el cántico de amor del profeta Isaías, Dios quiere hablar al corazón de su
pueblo y también a cada uno de nosotros (Benedicto XVI, Homilía en la Misa de
inauguración del Sínodo de los Obispos, 2 de octubre de 2005).
En el evangelio, la parábola de los “viadores perversos” se refiere en primer lugar
al comportamiento de Israel en la historia de la salvación: los criados enviados por
el propietario de la viña para percibir los frutos que le correspondían son
ciertamente los profetas, que son asesinados por los labradores egoístas por exigir
lo que corresponde a Dios. Pero la parábola no estaría en el Nuevo Testamento si
no afectara de alguna manera a la Iglesia. Esta Iglesia, como dice la parte final del
evangelio, es precisamente el pueblo al que se ha dado el Reino de los cielos
quitado a Israel para que Dios pueda recoger por fin los frutos esperados.
El evangelista, por tanto, recogiendo las enseñanzas de Jesús a través de este
episodio, quiere señalar y poner en realce el rechazo del hombre a la salvación
ofrecida por Dios a través de su hijo amado: Cristo, el Mesías. De esta manera,
como hemos dicho, este pasaje tiene como hilo conductor la historia de salvación,
porque las lecturas hablan ante todo de la bondad de la creación de Dios y de la
grandeza de la elección con la que él nos busca y nos ama.
Ahora es necesario y pertinente describir brevemente a los personajes del presente
texto evangélico, primero están los viñadores, quienes representan al pueblo de la
primera alianza y, sobre todo, a los escribas, sacerdotes del pueblo. Los siervos son
aquellos que son enviados por el propietario de la viña. A éstos los podemos
identificar a través de la figura de los profetas, cuya misión era denunciar el culto
exterior y la infidelidad por parte del pueblo de la alianza. El hijo: está referido al
Mesías, a Cristo, que ha dado cumplimiento a todo aquello que los profetas
anunciaban. El propietario es el mismo Dios que ha dado a conocer su voluntad,
constituyendo el primer pueblo a través de la alianza del Sinaí. Los otros viñadores
son aquellos que han acogido la voluntad del propietario, serán los verdaderos
viñadores; ellos, a su vez, representan a los creyentes, a los cristianos que han
acogido a Cristo, Hijo de Dios, como Salvador.
Sin duda esta parábola hace presente la justicia de Dios que anuncia nuevos
tiempos (por eso, el evangelista habla de nuevos viñadores). Esta parábola nos
hace presente, fundamentalmente, que el amor de Dios, aunque el hombre le haya
sido infiel, se mantiene fiel. La salvación y el dueño de la viña nunca dejarán de
estar a disposición del hombre, independientemente que el hombre mismo rechace
este ofrecimiento o lo acepte. Cristo mismo se convirtió en la viña y esa viña da
siempre buen fruto: la presencia de su amor por nosotros, que es más grande que
cualquiera de nuestros pecados. Esta parábola nos hace presente la garantía del
amor fiel de Dios al hombre, amor del cual nada podrá separarnos.
Nuestro actual Beato Papa Juan Pablo II refiriéndose a esta parábola nos decía:
En ella se manifiesta con toda evidencia la verdad sobre Cristo como Hijo
mandado por el Padre. Es más, se subraya con toda claridad el carácter sacrificial y
redentor de este envío. El Hijo es verdaderamente “...Aquél a quien el Padre
santific y envi al mundo” (Jn 10, 36). Así, pues, Dios no slo “nos ha hablado por
medio del Hijo... en los últimos tiempos” (Cfr. Hebr 1, 1-2), sino que a este Hijo lo
ha entregado por nosotros, en un acto inconcebible de amor, mandándolo al
mundo (Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 24 de junio de 1987).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar