XXVII Semana del Tiempo Ordinario A (Año Impar)
Viernes
Lucas 11, 15-26
Si Yo expulso a los demonios con el poder de Dios, eso significa que el Reino
de Dios ha llegado a ustedes” . La lucha con Satanás, iniciada en el desierto,
prosigue durante toda la vida de Jesús. Una de sus actividades típicas es
precisamente la de exorcista, por la que la gente grita admirada: “Manda hasta a
los espíritus inmundos y le obedecen” (Mc 1, 27). Quien osa afirmar que Jesús
recibe este poder del mismo diablo blasfema contra el Espíritu Santo (cf. Mc 3, 22-
30), pues Jesús expulsa los demonios precisamente «por el Espíritu de Dios» (Mt
12, 28). Como afirma san Basilio de Cesarea, con Jesús “el diablo perdió su poder
en presencia del Espíritu Santo” ( De Spiritu Sancto , 19).
“Blasfemar contra el Espíritu Santo” quiere decir ponerse de la parte del
espíritu de las tinieblas, de forma que el hombre se cierra interiormente a la acción
santificadora del Espíritu de Dios. He aquí por qué Jesús declara que ese pecado no
puede ser perdonado “ni en este mundo ni en el otro” (Mt 12, 32). El rechazo
interior del Espíritu Santo es el rechazo de la fuente misma de la vida y de la
santidad. Entonces el hombre se excluye por sí solo y libremente del ámbito de la
acción salvífica de Dios, como fue l caso de los enemigos de Jesús que afirman, que
Jesús expulsa a los demonios con el poder del demonio .
Por tanto, junto con el Padre y con el Hijo, también el Espíritu Santo obra para
la realización del reino ya en este mundo. Jesús nos lo revela en el evangelio de
hoy: el Hijo del hombre “expulsa los demonios por el Espíritu de Dios”, por esta
razón “ha llegado a vosotros el reino de Dios” ( Mt 12, 28).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)