"Pidan y se les dará"
Lc 11, 5-13
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
TENER CONFIANZA EN LA MANO DE DIOS, QUE ORIENTA TODO AL BIEN
El problema presentado por las lecturas de hoy es muy actual: hacer el bien y orar
parecen con frecuencia cosas inútiles. Nada cambia, el mundo sigue como antes. Y,
además, la mirada irónica del mundo se maravilla a menudo de que haya todavía alguien
dispuesto a perder su tiempo en estas preocupaciones. Entonces nos dirigimos a Dios,
para que se haga sentir, y, frente a su renovado silencio, se nos echa la culpa de nuestra
poca fe. Es una espiral que nos quita la paz y nos deja el corazón lacerado por la duda,
por la terrible duda de que todo sea una ilusión.
En la Palabra de hoy hay un soplo restaurador, hay una clave de lectura: está sobre todo
el don del Espíritu, que nos transporta a otras dimensiones, que introduce en el círculo
cerrado de nuestras preocupaciones horizontales la línea recta que hace levantar la
mirada, infunde sentido, sostiene el coraje para continuar e ilumina la fidelidad y la
oración de cada día con la belleza misma de Dios. Con el Espíritu todo queda transforma
do y todo se vuelve posible. Es posible adquirir la convicción íntima de que es bueno y
bello hacer el bien. Es posible superar el sentido de inutilidad sabiendo que nada se
pierde. Es posible encontrar el gusto de invocar a Dios como Padre. Es posible hacer
frente a las pruebas de la vida en general y de la vida cristiana en particular. Se hace
posible no mirar los resultados inmediatos ni la aprobación de la gente, sino tener
confianza en la mano de Dios, que orienta todo al bien. Es posible orar sin cansarse,
porque así es como el Espíritu viene a nosotros: trayendo el Reino y llevándonos a
él.
ORACION
Ven, Espíritu Santo, llena de fe y confianza mi corazón vacilante. Ven, Espíritu Santo, y
muéstrame tu verdad, para que no me deje engañar por las evidencias del mundo. Ven,
Espíritu Santo, y abre mis ojos al bien silencioso que se da entre la gente y no me dejes
desanimarme por el mal rumoroso y prepotente.
Ven, Espíritu Santo, y hazme exultar de alegría por tu presencia. Ven, Espíritu Santo, y
mantén despierto en mí el deseo de la vida eterna, esperando el día del retorno del
Señor. Ven, oh Espíritu, y ahonda en mí el anhelo de conocer, amar y servir a aquel que
será mi felicidad eterna. ¡Ven, Espíritu, ven!