“El que no está conmigo, está contra mí”
Lc 11, 15-26
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ESTÁS CON ÉL O CONTRA ÉL
Hay una reviviscencia de lo demoníaco en nuestra realidad sociocultural. En
ciertos ambientes se habla de esto cultivando miedos inútiles, en otros se tiende
a ridiculizar el tema. Hay también grupos que realizan incluso prácticas
satánicas. Nuestra certeza es que con el «dedo de Dios» (Lc 11,20), es decir,
con el poder del Altísimo, Jesús, vivo en la Palabra y en las realidades
sacramentales de la Iglesia , sigue saliendo vencedor sobre el maligno. Por
consiguiente, quien de manera decidida está de su parte y vive con él, nada
tiene que temer.
Con todo, es preciso salir de toda mentalidad ambigua, porque o estás con él o
contra él. Satanás está «bien armado», pero Dios es mucho «más fuerte» que
él, con todas las consecuencias que ello implica (Lc 11,23). «Como león rugiente
anda rondando, buscando a quién devorar» (1 Pe 5,8), pero sigue siendo
siempre una criatura a la que el «dedo de Dios» somete y destroza como una
pajuela. Belzebú es el desesperado por excelencia, que «anda por lugares
áridos» y no encuentra paz (Lc 11,24), de ahí que su estrategia de «mono de
Dios» -como le llamaban los Padres antiguos- sea hacerse semejante a él. Dios
hace al hombre semejante a su ser amor y alegría; Satanás, si no consigue
hacernos desesperados como él, pone todos los medios para conseguir echarnos
al menos en el desánimo. En virtud de la muerte y resurrección de Jesús, ha
perdido la guerra, pero es en este tipo de batallas donde todavía puede vencer.
En consecuencia, hemos de estar atentos a la casa de nuestro corazón. Aunque
esté «barrida y adornada», Satanás la asedia continuamente con sus ejércitos.
Las armas para resistirle son la fe y la oración en la que se expresa la fe.
Creer que Jesús ha aceptado ser «por nosotros maldición, pues dice la Escritura
: Maldito todo el que cuelga de un madero» (Gal 3,13) es pedir la gracia de ser
fortificados y salvados por él: ésa es nuestra certeza. «El príncipe de este
mundo [uno de los nombres de Satanás] va a ser arrojado fuera. Y yo [ha dicho
Jesús], una vez que haya sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí»
(Jn 12,32). En consecuencia, es mirándole a él, crucificado y resucitado, con
confiados ojos de fe, como se abren horizontes de paz para nosotros,
bendecidos por Dios (Gal 3,9). Por el contrario, el conjunto de nuestras obras no
vivificadas ni dinamizadas por el Espíritu mediante la fe se convierte en terreno
propicio para las artes del maligno.
ORACION
Señor Jesús, que mi fe en ti sea, por gracia del Espíritu Santo, un fiarme de ti en
el abandono más total. Haz que te elija a ti en todos los instantes de mi jornada:
a ti y al «dedo de Dios», o sea, el poder del Altísimo con el que obras. No
permitas que me detenga en lo que no eres tú y tu Reino. No permitas tampoco,
Señor, que me quede a veces en zonas de neutralidad respecto a ti, en
connivencia, en cierto modo, con lo que es astucia de seguridades mundanas y,
por tanto, terreno del maligno: pretensión de salvarme exclusivamente con mis
fuerzas.
Tú, que me dices repetidamente: «No temas, yo estoy contigo», concédeme
mirar a la cara, con lúcida conciencia, a las tentaciones del maligno,
especialmente cuando me sugiere que exija «signos» de lo alto. Y concédeme
también caminar sólo contigo: no con la pretensión de hacer por mí mismo el
bien, ni tampoco con la demanda de «signos» milagrosos de tu bondad. Creer
que tú me amaste primero: que esto baste para mi paz. Amén.