DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO CICLO C 

LO MAS REAL PERTENECE A LO INVISIBLE.

Puede ser que por nuestro pensamiento griego coincidamos con los griegos de entonces quienes creían que Jesús había resucitado, pero ¿Cómo, pues, es posible que algunos de ustedes digan que no hay resurrección de los muertos? (evangelio) ¡cómo ustedes dicen que no hay resurrección de los muertos!” Es lo mismo que afirmar la resurrección de Jesús sin creer “en la resurrección de la carne”, es decir en la nuestra y la de los demás. La participación en la muerte y resurrección de Jesús, por el bautismo, es el centro del kerigma, evangelio, buena nueva, que celebramos en la pascua y preparamos en la inmediatez de la cuaresma. De la resurrección sabemos que es estar en la vida del resucitado, sin límite corporal y temporal sino en la vida eterna del cielo. La dificultad está en que se trata de una experiencia que no se puede representar; y lo visible a los ojos es un muerto. Pero son más las realidades de la existencia que no podemos describir ni imaginar. Las realidades más profundadas del hombre siempre han estado a nivel de lo invisible. “Lo que es más importante eso no se ve ciertamente… es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas” (El principito). Cuando un niño nace normalmente primero sale la cabeza y luego el cuerpo: “La creación entera gime aun con dolores de parto” (Rm 8,22) “Ahora bien Cristo ha resucitado de entre los muertos, y resucitó como primer fruto ofrecido a Dios, el primero de los que han muerto” (evangelio).

LO IMPORTANTE ES SER FELICES

La primera lectura de Jeremías nos acaba de hacer una advertencia: “Bendito el que confía en el señor (resucitado), y busca en él su apoyo. Es imprescindible leer a los profetas desde la resurrección de Jesús porque es la resurrección lo que los hace profetas antes que futuristas.

Para Jeremías y luego para el salmo primero se trata de la felicidad de la persona humana, es decir su bienaventuranza en la fe de la resurrección de Jesús y la nuestra para lo cual el profeta y el salmista nos simbolizan como un árbol plantado al borde de la acequia, que da fruto en su sazón, su follaje no se marchita; y todo cuanto emprende llega a buen fin”.

A QUIEN PERTENECE LA FELICIDAD (Bienaventuranzas).

Dejémonos llevar por el evangelio de las bienaventuranzas que nos indica de quienes es la felicidad: de los pobres, de los que pasan hambre, de los que lloran, de los que son odiados por seguir a Jesús. “Alégrense ese día y salten de júbilo, porque en el cielo tienen reservado un gran premio ¿por qué el premio de Dios es tan abundante para éstos?” Por tratarse de la misteriosa gratuidad de Dios”.

La otra lista de ricos, los risueños por satisfechos con buen nombre; se puede ampliar más con aquellos que en todos o algunos niveles de su vida todavía no sienten satisfechos por buscar la felicidad desde si mismos; o cuya felicidad depende de otros, llamados ídolos. Para todas Jeremías profetiza: “Maldito el que se aparte de mí su corazón para poner en los hombres su confianza y apoyarse en los mortales; es como un cardo en un yermo que nunca ve la lluvia… en tierra estéril donde nadie vive”. (primera lectura)

El salmo primero concluye: No así los desdichados, serán como humo que arrebata el viento; porque el Señor cuida el camino de los bienaventurados, felices, pero el camino de los satisfechos terminará mal”

LA FELICIDAD ES SERVIR.

Cuando ponemos nuestra confianza en el Resucitado aparece en el corazón una nueva manera de mirar la realidad, las cosas y en primer lugar las personas; y como consecuencia obramos como creyentes. La fuerza del Resucitado es su Espíritu que actúa en nuestro interior para actuar el primer milagro después de la resurrección; el cambio de nuestro interior, egoísta, por la libertad de servir a los demás.

Pablo comenta en la carta a los romanos: “En efecto por vuestra unión con Él (Resucitado), habéis quedados colmados con toda riqueza; de toda clase de dones sobrenaturales de elocuencia y de conocimiento de Dios, según la firmeza y solidez que entre vosotros ha alcanzado el mensaje evangélico de Cristo” (Rm 1,1ss)