6ª semana del tiempo
ordinario. Miércoles: Mc 8, 22-26
Hoy se habla de la
curación de un ciego. Es interesante saber que esta escena figura en el
evangelio inmediatamente después de que Jesús ha llamado “torpes” a sus
discípulos porque “teniendo ojos no ven” o no quieren entender la otra mayor
ceguera de los fariseos que, en medio de varios milagros, piden otro milagro
mayor o más espectacular para poder creer. El milagro de este ciego tiene mucho
simbolismo con nuestro propio caminar en la fe, porque en realidad muchos
estamos medio ciegos.
Aquel ciego, como
no podía ver, tampoco podía ir donde estaba Jesús. Pero tuvo la suerte de que
encontró personas que le llevaron donde Jesús y además pidieron para que le
curara. En la vida del espíritu encontramos muchos ciegos. Los medios de
comunicación no ayudan demasiado. Muchas veces estos medios, televisión, radio,
prensa, etc., más que darnos la verdad, la enturbian: o porque no entienden
sobre la vida espiritual o porque intentan desvirtuarla. El hecho es que por el
mundo, aun donde hay muchas iglesias, hay mucha gente ciega. Por eso necesitan
personas que con su palabra o al menos con el testimonio de su vida les
acerquen a Jesús y sus mensajes.
Jesús toma al ciego
de la mano y le saca del pueblo. Parece ser que quería evitar la
espectacularidad. Jesús procuraba hacer el bien “sin ruido”. Quizá también con
ello quería excitar en el ciego una mayor fe y esperanza. Jesús le podía haber
curado con una sola palabra; pero prefiere hacer algunos signos externos, que
fuesen sensibles al ciego para excitarle la fe. Le pone un poco de saliva en
los ojos y le impone las manos. Para la mentalidad de aquel tiempo la saliva
era una expresión de la vida y es una manera de querer enseñarle que le daba algo
de su vida y también de su fuerza al imponerle las manos. Estos ritos se tenían
en la primitiva cristiandad al bautizar. San Pedro lo tendría ya en Roma y san
Marcos aquí lo acentuó en el evangelio.
Lo característico
de este milagro es que no se realiza en una sola vez, sino en dos tiempos.
Jesús le pregunta si ve. El ciego responde que ve los hombres como árboles que
andan. A la siguiente imposición de manos el ciego comienza a ver con claridad.
Es posible que, como Jesús pedía casi siempre que el enfermo tuviera fe, aquel
ciego la tuviera a medias hasta que creció del todo. Para nosotros es una
enseñanza muy grande. A veces creemos que la conversión debe ser total desde el
primer momento; pero en realidad es un proceso que comienza ciertamente en un
encuentro con Jesús, pero debe ir progresando, según vamos aceptándole más.
Cuando estamos lejos de Jesús, somos como ciegos, que no vemos la realidad de
la gracia y tropezamos. Un encuentro con Jesús, hasta en un cursillo nos hace
ver las cosas del espíritu con mayor claridad, aunque mezclado con lo mundano.
Vemos a medias porque nos agarramos demasiado a las preocupaciones de la vida y
a los problemas materiales.
Debemos aspirar
cada vez más al progreso en la fe, descubriendo más la belleza de la gracia y
la claridad de los mensajes del evangelio. Quien se deja guiar por Dios, podrá
ver las maravillas de su amor en la creación y en el trabajo de cada día. En
esta vida nunca veremos con plenitud; pero a quien se entrega de verdad al
quehacer de Dios en el corazón podrá llegar a ver con la vista de Dios, que son
los dones del Espíritu Santo. Así era en la vida de los santos y también a
veces entre nosotros.
Jesús le dijo a
aquel, que había sido ciego, que no entrase en el pueblo, sino que se fuese a
su casa. Con ello nos muestra el evangelio una vez más el deseo de Jesús de no
hacer los milagros en plan triunfal. También el evitar que a los de aquel
pueblo les diera por aclamarle como Mesías, confundiendo el mesianismo de
entrega que Jesús quería enseñar. Quien había sido ciego sí podría alabar al
Señor en su casa y dar testimonio de las maravillas que había recibido. Es
posible que quisiera seguir a Jesús, como se habla de otros curados. En ese
momento Jesús prefiere que manifieste su fe con los suyos, evitando un
seguimiento sólo sentimental.